Podrían habérselo ahorrado. Lo llaman debate pero por su desarrollo y resultados se trata de algo más acartonado que la cara de un cabezudo. No es verdad que haya debate. Ni siquiera lo es que aquello sea un parlamento. No se debate. No se parlamenta. No se discute. No se argumenta. Los votos milimetrados de las siglas políticas empujan los resortes parlamentarios como los muelles de una máquina, con unos resultados tan previsibles que aburren. El que manda dice que todo es estupendo y que se hace todo lo que se puede. Y que lo que no hacen lo van a hacer en cuanto tengan un ratito libre. Los demás dicen que todo es un desastre. Patético. Aun sin estudiar cada caso o cada afirmación me atrevo a decir que no será para tanto ni por unos ni por otros. Que ni estamos tan bien ni estamos tan mal. Si en vez de encomendar este repaso del estado a diputados profesionales lo hubiéramos dejado a un grupo de gente normal creo que hubiera sido más interesante.
Jerónimo Erro