Se encierran para que le suelten. Pero cuando él había encerrado a otro, que trabajaba con los que encierran a los que encierran, no se encerraron. Quieren que suelten a los que encierran. Y, aunque lo digan con la boca pequeña, quieren que encierren o algo peor a los que sueltan. Los que sueltan no saben lo que sueltan y deberían encerrar por más tiempo a los que son capaces de encerrar de esa forma. Porque hay maneras distintas de encerrar. Unos encerradores encerraban de mala manera a sus secuestrados. Eran más enterradores que encerradores. En cuanto a los encerradores legales se rumorea que encierran a los viejos secuestradores con no se qué privilegios. Todo esto demuestra poca coherencia. Si uno cree que aquel encerrador hizo bien en encerrar en el zulo que no pida ahora su liberación. O que la pida por favor cuando menos. Por un poco de decencia. Pero es que la decencia y el encierro parecen piezas de un engranaje loco que no saben cómo parar aunque de hecho está parando. No hace tanto tiempo que se hacían encerrar porque delinquían para liberar a otros delincuentes encerrados. Y decían que era preciso agredir porque eran unas víctimas. Y así sucesivamente, sin fin, como en un juego idiota de polis y cacos. Menudo lío. Como sigan mezclando este asunto con la representación política al final nos van a tener que encerrar a todos en el manicomio, ahora llamado psicogeriátrico.