En realidad las cosas son bastante más complicadas, pero haciendo un esfuerzo de síntesis me atrevo a decir que el "caso Munilla" como nuevo obispo de San Sebastián no es ni va a ser un problema de política sino de ortodoxia. Y no tanto porque vaya a generar discusiones teóricas sino porque todo parece indicar que su llegada a la Bella Easo va a dar lugar a un simple análisis y recuento de los frutos de cada cual. Análisis y recuento con el catecismo en una mano y el código de derecho canónico en la otra. El obispo José Ignacio Munillla está en donde tiene que estar, defiende la ortodoxia católica y para nada se inmiscuye en la parte opinable y movediza de la política. Todo lo contrario de lo que está haciendo y va a hacer próximamente una parte significativa de sus detractores: esconder sus herejías detrás de supuestas reivindicaciones políticas nacionalistas. Y eso no es jugar limpio, porque no hay nada más sucio que un debate en el que se mezclen y confundan, como si estuvieran en el mismo plano, la política y la religión. Suerte que a monseñor Munilla no le preocupan ni el BOE ni el DNI de la gente tanto como el alma de sus fieles. Y eso es lo que necesitan nuestros hermanos vascongados para revitalizar sus iglesias alicaidas. Eso, y sobrenaturalizarlo todo un poco más.
Jerónimo Erro