Las ideologías han venido para complicarnos la vida. El nacionalismo, por ejemplo, con su fanatismo señalético nos obliga a decir y a leer cosas tan absurdas como «Burlada/Burlata». El feminismo, por su parte, es aún más inflexible en su ortodoxa verborrea como cuando nos hace decir, por ejemplo, «los y las vecinos y vecinas».
Existe una cosa llamada economía del lenguaje que consiste en aplicar el sentido común a lo que se dice para dejarlo bien dicho en el menor número posible de palabras. Me dirán que la tinta y la pintura reflectante que consumen estos ideólogos de nuestro tiempo son el chocolate del loro; que tampoco es que perdamos tanto tiempo por tenerles contentos. Me faltan datos estadísticos para responder a esa objeción. Lo único que se es que todo suma, que esta clase de recortes lingüísticos serían bienvenidos a la hora de simplificar las cosas, a la hora de ajustar lo que hacemos y pensamos a la realidad de las cosas.
2 respuestas
Si señor, podemos llamar Burla o Bur y todos contentos.
Insisto en lo del otro día. Vean «1984» y cuando digan la.palabra «neolengua» lo entenderán todo. Las.dictaduras más perfectamente salvajes comienzan por pequeños detalles como la manera de hablar, las.palabras que usar, el idioma que rotular, el idioma en que sumergir hasta ahogar…