De nuevo se abre el debate público del comercio en Pamplona. Y nos ponemos trascendentes para hablar de la vida misma. Porque la plutocracia en que respiramos difícilmente tolera que pervivan tratos humanos que no sean comerciales. Del «dime con quién andas» hemos pasado al «eres lo que compras» como si no fuera posible desligar la vida del negocio, o el ocio del consumo, o el ocio del negocio. Como si no hubiera otra forma de mantener en pie la idea misma de ciudad, de comunidad, mas que con tiendas o subvenciones. ¿Por qué nos vamos a extrañar ahora de que ese modelo de ciudad se venga abajo cuando tanto nos empeñamos en socavar sus cimientos? Llevamos varios lustros (bueno, los llevan especialmente los gobernantes) impulsando políticas urbanísticas expansivas y extensivas que han conseguido hacer de la antaño humana ciudad de Pamplona una cosa americanizada e imposible de vivir sin coche. Gozamos ahora muchos pros pero nos acordamos de los contras. Disfrutamos de una enorme independencia pero dependemos demasiado del asfalto. Para todo, no solo para el comercio. Pero también para el comercio.