El viajar es un placer, decían los payasos Aragón en su auto nuevo, pero se nos ha hecho el trasiego tan frecuente que ahora parecemos todos arrieros, y en el camino nos vemos con nuestros carros, claro, aunque más que placer sintamos hastío y estres por el retrovisor y el velocímetro. La mayoría de los pamploneses y asimilados aún recuerda cuando no era necesario tener a todas horas la llave del coche en el bolsillo. Cualquier cosa que fuera posible hacer o comprar en Pamplona se encontraba en un radio de media hora peatonal. Supongo que será este perpetuum mobile, con sus multas, uno de los tributos que nos exige el presunto bienestar para sostener con un mismo hábito la industria automóvil y la popularidad de las emisoras de radio. Cierto es que en estas latitudes apenas hay atascos, y que han mejorado mucho la calidad de las vías, y la seguridad por tanto. Pero qué menos podemos pedir si aún era más segura la ausencia de tanto viaje. Está por ver cómo nuevos capítulos, como el futuro coche eléctrico, -de momento en singular pues sólo hay uno- vayan a afectar a nuestro tráfico cotidiano. Lo que cuenta ahora es cómo nos las ingeniaremos para mantener sobre ruedas este precario equilibrismo que consiste en recaudar todo lo posible para asfaltar lo que sea preciso y para pagar subvenciones para que tengamos coche para que vayamos a trabajar para ganar dinero para poder pagar el combustible y los impuestos.
Jerónimo Erro