Que no cunda el pánico; no escribiré en latín mas que el título. Simplemente es que me apetece llamar la atención sobre esa jaculatoria foral que es algo así como el “In God we trust” de los navarros desde tiempo inmemorial. Tampoco es que me sienta especialmente impelido a la oración por culpa de la crisis del PP. Ni siquiera por la económica, aunque esa sí, vía Euribor, me anima a confiar aún más en la Divina Providencia. Lo único que quiero decir que está bien que mantengamos esa frase, en letras de bronce, en la fachada de la Diputación, de la misma forma que está bien que se conserven en la crestería del Parlamento Foral (antes Audiencia) nada menos que una copia en piedra de las tablas de Moisés. Y no quiero poner más ejemplos porque entonces acabaría hablando de la visitica del Arcángel San Miguel a las instituciones navarras, o del voto de las cinco llagas que cada año renueva el ilustre ayuntamiento de Pamplona. Y puede haber quien se escandalice porque ya se sabe que la religiosidad que, a trancas y barrancas, vive todavía en la mayoría de los habitantes de este reino no está todavía plenamente “normalizada”. Aunque gracias a Dios poco a poco se vaya superando ese prejuicio de que lo religioso pertenece al rincón más remoto de la conciencia individual. Y si no que se lo pregunten a los más de 1.200 navarros que, respondiendo al llamamiento de don Francisco Pérez ha llenado en unos días todos los turnos semanales para establecer en Pamplona una adoración eucarística permanente. Es raro: una tradición antiquísima y venerable acaba de nacer en la capital de Navarra. ¿Pero que se podía esperar de un pueblo que pone una jaculatoria en la fachada de la casa de su gobierno?. La verdad es que todo encaja.
Jerónimo Erro