Un cinco por ciento menos de autónomos en un año es una de las secuelas de la crisis económica (y de otras cosas) que estamos padeciendo. No es buena señal y menos si se suma a la tendencia juvenil que parece preferir la tranquilidad intranquila del empleo y sueldo antes de convertirse en emprendedor. Los autónomos (casi 50.000 en Navarra), a pesar de la historia de sus penurias que contará cada uno de ellos a quien quiera oírle, son la prueba viviente de que todavía hoy es posible vivir con el sudor de la frente propia. Los empresarios y los asalariados y los funcionarios también sudan, claro que si, pero digamos que el autónomo suda con más autonomía porque hacen falta agallas, o arte, o ideas claras para tirar por el camino de la autonomía laboral. Ojalá que entre los jóvenes volviera a crecer ese famoso espíritu emprendedor que suele adoptar la forma del autónomo. Sería un indicio de que crecen la responsabilidad y la confianza. Y las ganas de ser libre. Y cierto cabreo contra un sistema político, social y económico que no favorece la vida social espontánea.
Jerónimo Erro