Existe al parecer cierta dificultad para saber qué es lo que se ha consagrado este pasado fin de semana. Radio Nacional, por ejemplo, con una incultura impropia de gente con estudios, afirmaba en la mañana del domingo que el arzobispo iba a «consagrar una estatua». Como si eso fuera lo importante.
Más clara nos ha quedado a todos la consagración (o renovación de la consagración) de las diócesis de Pamplona y Tudela. Aunque eso de consagrar una empresa a su fundador, la Iglesia a Nuestro Señor, no parece a simple vista que tenga mucho mérito. Pero que se lo digan a ciertos curas nostálgicos, estrategas de pastorales fracasadas, que no acaban de confiar en el Corazón de Jesús. Por lo visto sí que hacía falta.
¿Y -finalmente- qué pasa con Navarra entera? Porque la convocatoria del Sr. Arzobispo era bastante clara al respecto: no solo la Diócesis, sino Navarra entera. Y Navarra ya sabemos lo que es: no lo que quieran los navarros, sino lo que es: una comunidad política de carne y hueso, con su tradición, sus funcionarios, su derecho, sus finanzas y su presidente. Así que si el Gobierno de Navarra y las máximas autoridades políticas, con alguna honrosa excepción, han preferido quedarse al margen y seguir la «senda muerta» de un mundo sin Dios será porque no quieren asumir lo que dicha consagración representa. Hecho triste, pero clarificador porque tampoco tiene mucho sentido venir a un acto tan cristocéntrico para luego seguir sustentando políticas anticristianas. En cualquier caso, volviendo a la pregunta… ¿qué es lo que se ha consagrado? Pues Navarra entera, sin duda, mal que les pese a los ateos teóricos y prácticos que peregrinan en Navarra invocando a su ombligo o al de la madre tierra. Pobres almas envidiosas que no toleran la fe de los demás. Navarra en su montaña y su ribera es lo que se ha consagrado. En sus familias y sus instituciones, en su pasado, su presente y su futuro. No ha sido una consagración perfecta, porque eso hubiera requerido la rubrica comprometedora de una cabeza. Pero aun así, descabezados en lo civil, Navarra ha sido consagrada gracias a la adhesión y el compromiso de miles de navarros sinceros. Y esto les aseguro que se va a notar.
Un comentario
A propósito de un artículo del sr.Roselló, “la cultura del suicidio”. Este es mi pequeño homenaje a la gente que no supo cómo enfrentarse a la vida y a todos los que les quisieron y tampoco supieron cómo ayudarles. Pido disculpas si esto puede resultar un desacato, he intentado la vía normal pero no ha sido posible y creo que ellos se lo merecen. Aprovecho que aquí se invoca a Dios y a su misericordia, en el escrito del sr. Roselló, desafortunadamente, no.
La incultura de los despiadados. El suicidio.
Quien más y quien menos ha tenido un caso cercano de ese drama personal y familiar que es un suicidio, bien sea por causa emocional llevada al límite o por enfermedad mental. A veces la soledad es tan inmensa que asfixia, el amor es tan intenso que su ausencia ahoga, a veces la angustia de una familia sin recursos solo deja ver una puerta abierta, a veces el mundo de la droga aboca a la destrucción sin retorno,… unas veces, la voluntad no entiende de la lucha por la supervivencia y otras, están a merced de la ciencia que, todavía, no encuentra ese tratamiento que ayude a los enfermos a llevar una vida más digna. Me quedo atónita ante el tratamiento tan despiadado que se hace de este tema tan doloroso y tan dramático. Uno no se puede erigir en juez de vida y de muerte de los demás y menos haciéndose eco de un Dios. La familia no es la cuna ni de la felicidad, ni de la estabilidad, ni de los principios, todo eso se lo debe ganar uno mismo, esté donde esté y sea cual sea su entorno familiar o social. Ahí tenemos la omnipresente violencia llamada de género que está vinculada siempre a un núcleo familiar, con lo cual, echa por tierra la teoría de la “cultura de la vida”. Me “chirría” el alma cuando se tilda de morboso, egoísta y cobarde a tan desesperado momento. Me “chirría” más cuando se mezcla el hedonismo y el materialismo en un momento en el cual se está íntimamente ligado a los sentimientos y a la espiritualidad, sean de la índole que sean. Creo que la cobardía se viste de largo cuando algunas personas vestidas de religiosidad y de grandilocuentes creencias, satanizan a quien no han sabido qué hacer con sus vidas y en su devaneo mental y emocional toman el camino que ellos creen será el adecuado. La talla moral se mide en muchos momentos y actuaciones, no solo en lo que hace uno con su propia vida, la generosidad y la comprensión son una buena manera de demostrarlo. Las personas que tomaron la drástica decisión de no seguir viviendo, quizá sí se hubieran arrepentido si hubiesen tenido la oportunidad, porque eso es lo que ellos no tendrán nunca, la oportunidad de arrepentirse. Un poco de caridad humana y respeto para los que se van y para los que se quedan. Gracias.