En el pasado este término era aplicable a las acciones de bucaneros, piratas, filibusteros y corsarios que se ponían el mundo por montera y que según sus necesidades se saltaban las leyes y tomaban lo que ellos querían. En la actualidad, lamentablemente y muchas veces, tenemos otro tipo de personajes que hacen lo mismo, son la clase política. Perdón, algunos miembros de la mal llamada clase política. Estamos cansados de verlos continuamente.
En esta comunidad foral en la que vivimos, pensaba yo, acaba de re fundarse un partido político, el partido popular. Precisamente por eso todo será nuevo, no habrá vicios adquiridos, todo ira bien. Solo hara falta que los votantes le den su confianza. Pero he aquí que, sorpresa, todo lo que uno no desea aparece y te hace recordar esa “patente de corso” de antaño. Porque queridos lectores, no me negaran que hemos asistido a todo tipo de artimañas e incumplimiento de normas para conseguir lo que algunos querían, seguir perpetuándose en el poder, y la savia nueva, con nuevas ideas, eliminarla sin contemplaciones. De todos es sabido como se ha imposibilitado a una candidatura, la de Nieves Ciprés Aznar, concurrir al proceso de elección de presidente del Partido Popular de Navarra, pero lo que no sabíamos hasta hace poco tiempo, es como un diputado en Madrid, Santiago Cervera, es elegido para presidente, siendo su cargo incompatible en ese momento según los propias estatutos del partido al que pretende dirigir.
Es el momento de reflexionar, señoras y señores, y pedir “luz y taquígrafos”. Nadie, sea quien sea, puede pensar que tiene esa “patente de corso” para obviar la democracia interna que todo partido político debería tener, además, por un único fin, el de perpetuarse en el poder y el de mantener el cargo político.