Estamos cansados de ver, escuchar y oír a los nacionalistas vascos calificar de dramática la situación del euskera, de que se legisla en contra de la propia lengua. Sin embargo, son estos críticos, el propio nacionalismo, quienes están utilizando, a medio y largo plazo, el patrimonio de la lengua como un medio de construcción de una falsa e ilusoria identidad y conciencia nacional vasca en nuestro Viejo Reyno de, en todo caso, Naparra no la reciente Nafarroa. No vemos a los señores nacionalistas –de Navarra y en Navarra- y a sus acólitos super vascos del super idioma vasco y de la Academia de la Lengua vasca salir en defensa de la manipulación constante, agresiva y ofensiva de la Historia de Navarra en los medios de comunicación y en los centros educativos, o de la discriminación que puedan sufrir los hablantes de las formas autóctonas de nuestro vascuence milenario, sin la titulación batua, para acceder a un puesto de trabajo en centros oficiales.
La noticia de que en los últimos 15 años el euskera haya aumentado del 1,6%, en modo alguno puede significar un genocidio lingüístico, como aseguran los nacionalistas. Es cierto que el vascuence está sufriendo ataques, pero el principal de ellos es el dirigido por el nacionalismo vasco y su euskera batua. Lengua de laboratorio, inventada y que, a partir, principalmente, de las variantes dialécticas ajenas al vascuence de Alta y Baja Navarra y área de Roncal, ha logrado sustituirlas por el resultado de una jerga para, sistematizando artificiosamente los términos supradialectales asimilados y otros nuevos añadidos, crear un idioma concentrado (bat, uno, Batua), no hablado antes por nadie, excepto por los ahora euskaldunberris, debidamente titulados en esta comunicación. Que poco tiene que ver con las formas de expresión del vascuence de Navarra que sobrevivieron sin el auxilio nacionalista, sus medios de información y sus ikastolas.
Nieves Ciprés, ha sido concejal del Ayto de Pamplona por UPN.