LOMCE: ¿valores o ética?

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Actualmente está en trámite en el Senado la LOMCE, conocida como “ley Wert”. Sin entrar a valorar globalmente sus aspectos positivos y negativos, quisiera hacer un apunte sobre el nombre elegido para una de las asignaturas: “Valores”, que ha venido a sustituir a la hasta ahora “Ética”.

En Filosofía, dentro de las éticas materiales, se distingue entre: éticas de bienes y éticas de valores. Las primeras, para entender qué es lo moral, tratan de descubrir el bien, el fin de cada ser, es decir, el objeto de la voluntad; se esfuerzan en describirlo y mostrar como alcanzarlo. Por su parte, en las “éticas de valores”, su contenido central no es el bien de cada ser, sino los “valores”.

El término “valor” es de uso cotidiano tanto en la sociedad como en la comunidad educativa. Ortega y Gasset divide los valores en religiosos, espirituales (estéticos, morales e intelectuales), vitales y útiles. Todos estamos estamos de acuerdo en que los alumnos deben cultivar estos valores y otros muchos. Sin embargo, considero que una ley tan importante como la LOMCE no debería conformarse con el lenguaje corriente sino utilizar uno más técnico y preciso.

Prefiero el término “Ética” al de “Valores”. Para empezar por su propia antigüedad, pues tiene una trayectoria de al menos veinticinco siglos, desde las obras de Aristóteles (“Ética a Nicómaco” y “Ética a Eudemo”) hasta, por ejemplo, la “Ética” de J.L. López Araguren (s. XX). Creo que se corre el riesgo de olvidar toda esta reflexión moral, así como temas éticos tan importantes como el bien, la virtud, etc. desechando de la asignatura las orientaciones del llamado “realismo moral”.

Heidegger subrayaba que la teoría de los valores no podía legítimamente reemplazar el pensar del ser. Esta afirmación aparentemente abstracta, tiene implicaciones muy concretas. Por ejemplo, el hombre que mira a su mujer solo en función de la valoración de la belleza impuesta por los cánones esteticistas de la moda de cada momento, no mira el ser de la mujer en sí y esto puede llegar a llevarle a ejercer violencia contra ella, pues no la reconoce en su ser.

Otro concepto que puede ser minusvalorado en las éticas de valores es el de “virtud”, que aunque no se usa últimamente, es de enorme riqueza e importancia. Virtud es la fuerza para hacer el bien y, sin ella, de poco sirve en la práctica cualquier reflexión ética. Ya los clásicos estudiaron las cuatro virtudes principales (cardinales): prudencia, justicia, fortaleza y templanza; a las que el cristianismo uniría las virtudes sobrenaturales de fe, esperanza y caridad.

Toda esta riqueza de reflexión se ha olvidado durante años en bastantes centros escolares y nuestra sociedad está necesitada de recuperarla. Por tanto, señoras y señores del Senado, comencemos al menos por no reducir la cuestión ya en el nombre de la asignatura: cambiemos “Valores” por “Ética”. ¡Viva la Ética!

 

 

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