Cuando en ocasión solemne se celebra «el advenimiento de la democracia», que «superando cualquier añoranza del pasado», «ha propiciado treinta años de estabilidad y prosperidad, con las excepciones normales en una democracia moderna, poco experimentada, y de los obstinados ataques del terrorismo», etc. algunos cristianos echamos en falta que, entre las excepciones negativas ocasionadas por ese «advenimiento», no se mencione siquiera el millón de abortos, ampliamente pasado, que la ley del aborto de 1985 ha hecho legal y financiado a costa del contribuyente. Si la Iglesia local entonces «colaboró decididamente» para hacer posible esta democracia liberal, sin fundamentación alguna ni en Dios ni en el orden natural, no es para que se sienta de ello muy orgullosa, ni para que ignore o silencie sus consecuencias previsibles y terriblemente reales. El Card. González Martín, poco antes de ser aprobada la Constitución del 78, alertó sobre cinco puntos muy deficientes de la Constitución, y uno de ellos era que no cerraba suficientemente la puerta al crimen enorme del aborto. Mons. Sáiz Menses, Obispo de Tarrasa, con ocasión de la fiesta de los Santos Inocentes, calcula hoy en 1.024.000 los abortos desde 1985. Los abortos legales, sujetos a estadística.