No es un día cualquiera, la celebración del Patrón del pueblo, se celebra por todo lo alto, y aquellos que nunca han ido a la iglesia, se acercan a la casa de Dios, que no la del pueblo; el jefe de la Policía Municipal, y de uniforme de gala, la corporación en pleno, en cuerpo de ciudad, y con alcalde al frente, con vara en mano, y hasta la enseña del ayuntamiento rinde honores al Señor.
El cura, adquiere un protagonismo como el que tuvo el siglo pasado, saluda a unos y a otros, estrecha manos de unos y otros, pero los hay que guardan los perjuicios en el bolsillo, y los hay que haciendo gala de hipocresía, solamente cumplen con el protocolo; pero uno y otro están, el protocolo manda, y una misa no hace daño, aun que sea una al año, deja su posos.
Y el cura de pueblo, «se porta», no sermonea, une y reconoce, que cosas se hacen bien, pero claro que su labor de pedir, no pasa desapercibida, no la olvida, y es así, porque no pide por él, pide por los necesitados, pide por los que menos tienen en el pueblo, pide por los vecinos, y se lo pide a quienes tienen en su mano facilitar en el pueblo, los medios para ayudar a los ciudadanos.
Recuerda, el «cura de pueblo», que unos y otros, vinieron al foro, ocuparon sus lugares en los despachos, para servir, no para ser servidos.
La política es la mejor expresión de servicio, pero de vez en cuando, no está de sobra, que más de un cura de pueblo, recuerde en los sermones de Fiestas, que la verdadera función del munícipe, es servir a su pueblo, y no servirse de los vecinos, que aunque este claro, se puede recordar de año en año, en la casa de Dios, que también es la del pueblo.