Al día, las noticias sobre abusos perpetrados por clérigos en Pensilvania ( EE. UU), y me entero de que «se han investigado casos que ocurrieron hace casi ochenta años -década de los 40»; que «la práctica totalidad de los delitos que ocurrieron han prescrito y, de hecho, sólo se podrá llevar a los tribunales a dos sacerdotes»; que «muchas de las víctimas también han fallecido, así como los autores». Difundir noticias que vienen de terceras personas, no es camino seguro para conocer la verdad. No dudo de que hay sacerdotes que han traicionado su vocación; pero interesa el momento actual para que los abusos no se repitan. Como pide el Papa y es propio de los católicos fieles, todos debemos intensificar la oración y el ayuno. También hay, aunque no sean noticia, muchísimos sacerdotes honorables- la mayoría- , e, incluso, sacerdotes santos. Sobresalen por su ejemplaridad. Son espejos de la santidad de la Iglesia por su identificación con el Evangelio. Están llenos decaridad y celo apostólico; viven, en sí, los problemas de los demás como si fueran suyos; verdaderos padres espirituales, cercanos y amigos de los que sufren enfermedades, injusticias o carencias materiales. ¿Por qué salen, ahora, en tropel, las vergüenzas de clérigos indignos? Hoy, un grupúsculo de adinerados, dueños de finanzas que manejan el mundo y quieren, a través de sus medios de comunicación ( son dueños de importantes periódicos) y de políticos sin escrúpulos, introducir un cambio social que lleve a disminuir drásticamente la población como sea, incluido el crimen del aborto como un derecho, la eutanasia, el desprecio y destrucción de la familia y la implantación de la ideología de género. ¿Encuentran algún dique infranqueable? Si, de frente tienen a la Iglesia, firme defensora, sin fisuras, de la libertad y de la verdad moral. Esa es la causa por la que se destapan de pronto esas vergüenzas de hijos infieles de la Iglesia, muchos ya fallecidos. Con el sacerdote y periodista Santiago Martín, creo que el motivo es que piensan que la forma de acabar con el prestigio de la Iglesia «es mostrando sus vergüenzas» ( Abusos: las causas de la tragedia) .