Cuando, reinando Zapatero, la crisis económica empezó a enseñar sus dientes, el lenguaje gubernamental se pobló de bellos eufemismos para nombrarla: los discursos parlamentarios se llenaron de perífrasis encubridoras como –tiro de hemeroteca para no inventar– desaceleración o contracción económica, periodo de ajuste, crecimiento negativo (valga el oxímoron), reducción del crecimiento, empeoramiento del ciclo económico, turbulencias en la economía, acumulación de desequilibrios, cambio de modelo de crecimiento, restricción severa en la liquidez, nuevo escenario de la economía, crecimiento debilitado… Toda una “realidad ficticia paralela”. Ganas de enmascarar la realidad para no afrontarla. Se obvia la palabra pero no el problema. Y ahora, al borde del abismo (del rescate, quiero decir), me viene a la mente un pensamiento de Kafka: jugar con las palabras es jugar con la verdad, y jugar con la verdad es jugar con la vida; con las vidas de tantos millones de parados que sufren el zarpazo de la crisis.