Los datos que ha dado a conocer el Banco de España muestran que en los tres primeros meses del año nuestra economía decreció un 0,5 por ciento. El Gobierno admitió lo que todos los analistas venían señalando: que el PIB terminará el año con un retroceso del 1,5 por ciento. La recuperación, si llega en 2013, será muy leve. La situación económica de nuestro país es ambigua. Hay signos positivos. El día 23, el Tesoro colocó letras a tres meses con el menor interés de su historia. Lo que supone, entre otras cosas, la recuperación de la confianza internacional. Hay cierta recuperación del sector exterior y del consumo. Y además Bruselas se muestra ahora dispuesta a darnos de plazo hasta 2016 para reducir el déficit al 3 por ciento. Exigirá cambios en la regulación de las pensiones y en alguna cosa más, pero nos da un respiro.
Algunas reformas esenciales como la de la banca se han hecho y se han empezado a hacer cambios en materia laboral. Pero es probable que la tasa de desempleo siga demasiado tiempo por encima del 20 por ciento. Una menor presión de los mercados y un mayor margen de Europa no pueden ser una excusa para frenar una urgente política de reformas. El sistema fiscal español no es equilibrado, el de financiación de las Comunidades Autónomas tampoco, la legislación laboral sigue siendo vieja, es necesario alentar la productividad y mejorar el sistema educativo. Después de lo urgente, lo importante.