Como esta semana no hubo reunión en el animalario, la crónica de la semana pasada se retrasó. El cronista pretendía aprovechar el respiro, pero se ha encontrado con que esta semana, si bien no hubo encuentro, sí nervios en el animalario a propósito de las fechorías del Tito Berni. Y a veces es más interesante la trastienda del animalario que los aquelarres semanales que se organizan, por lo que luego volveremos sobre el estado nervioso de las especies que allí habitan.
¡Qué sería de la política sin el eufemismo! Así comenzó el pasado martes en el animalario con la discusión sobre el uso recreativo del cannabis. Vamos, con la legalización del porro. Uso que se proponía regular de manera individual y en asociaciones. Eso sí, asociaciones sin ánimo de lucro, porque ya saben ustedes que en los tiempos que corren usted puede justificarlo todo si no tiene ánimo de lucro o paga impuestos, que era otro de los argumentos a favor de dicho uso recreativo.
El caso es que la propuesta venía de los partidarios de la república que no existe y fue apoyada con vehemencia por otro de la familia al grito final de ¡Visca Catalunya lliure y cannábica! ¡Acabáramos! Eso era todo: la libertad de fumar cannabis. ¡Lo que nos podríamos haber ahorrado si nos lo hubieran contado bien desde el principio! Creo que hasta el Rey habría estado dispuesto a pagarse una ronda para evitarse el trago de la severa reprimenda que les dedicó y que tantos disgustos le ha dado.
A propósito del grito de guerra anterior, Doc Pfizer dijo desde la tribuna: al final el prusés no era exactamente una ensoñación, como afirmó Marchena en su sentencia, sino que era una gran fiesta colectiva del cannabis. Vamos que el magistrado no iba tan desencaminado. Esto justificaría, además, la aplicación de las correspondientes eximentes de embriaguez a todos los delitos cometidos. Se entienden mucho mejor así las cosas.
De paso, mucho de los asistentes se enteraron que toda la discusión sobre el uso recreativo del cannabis venía de una subcomisión propia del tema. No una subcomisión de salud o de consumo. No, una subcomisión sobre el cannabis. Una subcomisión que se la imagina uno como un establecimiento oriental para el consumo de sustancias prohibidas con su humo, sus divanes donde recostarse y la belleza de las asistentes de los recostados deambulando de diván en diván.
El miércoles, en la sesión circense, el dueño del circo, con el tumbao que tien los guapos al caminar, le recordó a esa señora con nombre de lata de sardinas que ya era hora de que los revoltosos que se le sientan en frente volvieran al redil. Así, literalmente. Y es que el dueño, con el tumbao que tien los guapos al caminar, es muy suyo y lleva mal que no se le de la razón cuando su apostura (¡qué suerte hemos tenido!) todo lo salva. Porque la salvación de España está en la masculina belleza de su dueño feminista. O eso piensa él al menos.
La sesión de la semana pasada fue sosa, como los temas que se trataron. La agenda, además, no estaba apretada. Pero había una calma tensa que comenzó a vislumbrarse con las primeras referencias, apenas escaramuzas dialécticas, donde se iba sugiriendo que el Tito Berni había hecho algo y no era con cannabis precisamente. Ni sólo.
A la vuelta del fin de semana ya estaban las cartas boca arriba. Los del color de los loros propusieron un cambio en la dirección del animalario: el Yayo Moncho. No tenía el tumbao que tien los guapos al caminar, pero era sabio. No sabemos si por viejo, que lo es, o por otras circunstancias. Pero esta propuesta, de momento, servía para poco más que alimentar el ecosistema del animalario y sus estudiosos, que se nutren del chisme y la especulación. Lo relevante fue lo que se comenzó a publicar sobre las fiestas del Tito Berni.
Y cada día de la semana se publicaba el nombre de un compañero de fiestas del Tito Berni. Todos ellos de los del color de las amapolas. Lógico si pensamos que en las fiestas del Tito Berni no faltaban las amapolas, eso sí: debidamente procesadas. Tampoco faltaban las mujeres que van de diván en diván, ayudando a los consumidores de amapolas. No faltaba de ná en esas fiestas, que pagaban otros no se sabe a cuento de qué favores que pretendían recibir de los amigos del dueño del animalario.
El terror del dueño fue completo cuando se enteró de que el Yayo Moncho podría perdonar a Tito Bernie y sus amigos si le ayudaban a tomar el control del animalario.
2 respuestas
Aquí hay tomate. Quiero pensar que esto esto es la caída del titanic-psoe pero lo dudo. Al menos lo que merecen que es una debacle total. Y lo triste es que después de todas las leyes lamentables sea el tito berni la causa, cuando solo debería ser la puntilla.
¡Ojalá que estas elecciones generales de diciembre sean el final definitivo del PSOE, la izquierda ilusionante! Pero si gana el PSOE azul tardaremos tres o cuatro años más en coger el rumbo. En España hay mucha inmadurez y para curarla los inmaduros tienen que sufrir mucho