Álex Rosal: «Estamos en una guerra cuyas bombas ideológicas destruyen a la sociedad»

Desde Navarra Confidencial, dentro del compromiso con la batalla espiritual y con la puesta en valor de todos los esfuerzos y recursos que se ponen para formar y fomentar la reflexión, se ha querido entrevistar a nuestro amigo Álex Rosal, quien es director de la Fundación Nueva Evangelización y de un diario religioso católico de referencia en España como Religión en Libertad.

En esta ocasión, el motivo de la casa para hablar con Rosal ha sido la publicación de su nuevo libro, titulado Despierta y combate a los bárbaros que arruinan tu vida. No vamos a adelantar lo que ya viene en un libro que, aparte de haberse presentado el pasado fin de semana en la villa de Urroz, es altamente recomendable (sus primeras páginas pueden leerse aquí mientras que la compra es posible aquí).

Ahora bien, hemos tenido la posibilidad de preparar una entrevista en exclusiva, la cual le agradecemos e iremos exponiendo a continuación.

Usted dice que estamos metidos en una guerra…

Sí, pero no es una guerra al uso, no mata físicamente, pero sus bombas ideológicas destrozan la sociedad. No hay tropas, soldados o tanques. Es una guerra más sutil. Y como en cualquier guerra se pretende aplastar al enemigo. 

En esta nueva guerra, el campo de batalla es el mundo de la cultura y de la opinión pública. Y el botín es acaparar todo el poder para someter al otro a los dictados del ganador. 

Hay dos bandos bien diferenciados: los impulsores de una sociedad encerrada en la ideología, frente a una abierta a la realidad. La guerra cultural se libra entre los que quieren imponer una dictadura del pensamiento único, frente a los que queremos una sociedad plural. 

Los que quieren prohibir todo aquello que los molesta, frente a los que respetamos comportamientos o acciones de otros aunque nos desagraden. 

Los que quieren dominar, frente a los que nos negamos a ser dominados.

¿Qué pasa si perdemos en esta guerra?

Seremos unos semi-esclavos de esos bárbaros que muchas veces adoptan un rostro de izquierda revolucionaria o de nacionalismo supremacista. Te prohibirán todo lo que no entre en sus parámetros ideológicos: libertad de pensamiento; libertad de expresión; libertad de movimientos; libertad económica; libertad de educación; libertad lingüística; libre iniciativa… y pagarás con tu esfuerzo todo lo que a ellos les gusta: eliminación de la propiedad privada; adoctrinamiento de tus hijos; subvenciones en vena; chiringuitos ideológicos para colocar a sus afines; despilfarro económico; corrupción; subvertir el sentido natural de las cosas; atacar a la familia y a la protección de la vida; promocionar la ideología de género; favorecer el Islam frente al Cristianismo; incentivar la inmigración ilegal…

¿Cree que es preciso llamar “bárbaros” a los enemigos revolucionarios de la Civilización Occidental? 

Históricamente los bárbaros eran los que intentaban destruir la civilización. Invadían territorios, arrasaban ciudades… destruían. Hoy hay otro tipo de bárbaro que tiene la misma finalidad: poner patas arriba todo lo que sustenta nuestra sociedad. Los bárbaros de hoy son arquitectos de la maldad que nos invitan a experimentar un nuevo Paraíso que no es más que otro infierno en la tierra. 

La utopía de los bárbaros es trastocar el orden natural de las cosas para crear un nuevo estilo de vida que sólo nos traerá más esclavitud. El envoltorio de su mercancía ideológica es sugestiva y atrayente, pero es pura mentira. Provoca víctimas, sobre todo entre los más jóvenes. 

Los bárbaros no se presentan como hombres rudos y violentos, capaces de destrozar todo lo que aparece a su paso. No… Son sutiles, aparentes y sagaces. Viven dentro de nuestras fronteras y no se les consideran una amenaza para mantener nuestra forma de vida, aunque son profetas de la mentira. 

Los bárbaros necesitan crear las condiciones para que los ciudadanos se conviertan en semi-esclavos. Los bárbaros-globalitarios sacarán un buen rédito económico al tener una población con necesidades de consumo y poca capacidad de ponerse límites, mientras que los bárbaros de la izquierda revolucionaria contarán con una población sumisa y distraída, ideal para deconstruir la sociedad de arriba a abajo, y poder crear a un “hombre nuevo” que encarne las aspiraciones de un nuevo Edén en la tierra.

¿A qué atribuye la ausencia de Dios en nuestras sociedades?

Quizás los cristianos deberíamos hacer una autocrítica y reconocer como en España, pero también en una buena parte de Europa, no hemos sabido transmitir lo que es el cristianismo. Creo que hemos ofrecido una caricatura del propio Cristo, pero no al verdadero, y eso produce rechazo.

También ha habido fuerzas poderosas capitaneadas por los bárbaros que les estorba para sus planes todo lo que tenga que ver con trascendencia, e indudablemente influye en esa apostaría silenciosa que se ha instalado en buena parte de Occidente. 

¿Por qué hay miedo generalizado a levantar la voz contra el Mal?

Hay miedo a que te expulsen de la tribu. Ya lo decía Hannah Arendt, la estudiosa del nazismo“Ha habido pocos (individuos) que resistan a la multitud, y que permanecieran solos ante las masas manipuladas atreviéndose a decir no cuando se les exigía un sí”.Este es uno de los heroísmos más sublimes y valientes que un ser humano puede hacer. Enfrentarse a la masa enfurecida, corriendo el riesgo a ser excluido de la tribu, tras ser señalado y satanizado como traidor. Pocos lo hacen, poquísimos. Ante el riesgo a ser aplastado por una muchedumbre que ejerce de policía del pensamiento, las micro-cobardías afloran, y casi nadie se arriesga a ser arrojado fuera de la tribu. 

Ese miedo a dejar la tribu, prefiriendo permanecer en ella viviendo en la mentira, a estar solo por asumir la verdad, es uno de los grandes problemas que tenemos en nuestra sociedad.

¿Cree que la Nueva Evangelización puede tener impacto en la batalla cultural y espiritual?

Sin duda. Decía San Juan Pablo II en su última visita a España que “una fe que no se hace cultura es una fe muerta”. Y es verdad que durante mucho tiempo ha estado ausente una cultura que tuviera como objetivo el mostrar la belleza del Evangelio. Pasamos del esplendor del cine y la novela cristiana de los años cuarenta y cincuenta, al desierto…

Sin embargo, desde hace unos años hay iniciativas en el mundo cultural que invitan a la esperanza, tanto en el cine, la radio y televisión, el teatro, la novela, el mundo digital de los medios de comunicación. Hay un renacer de la cultura cristiana.

¿Cuál es su perspectiva general de cara al medio plazo?

Estamos metidos en una guerra cultural y espiritual, y saber que estamos en una guerra es el primer requisito para ganarla. Si despertamos y somos conscientes de que los bárbaros llevan tiempo intentando implantar un proyecto totalitario de transformación radical de nuestra forma de vida, tejiendo una poderosa telaraña que crea las condiciones para que la sociedad trastoque su manera de pensar… y cambiamos nuestras microcobardías por pequeños gestos de valentía que frene la extensión de este mal que difunden los bárbaros… podemos ser optimistas.

¿Qué acciones concretas son eficaces para que los cristianos vuelvan a influir en la vida cultural y política en general?

En los ambientes cristianos se ha instalado, desde hace décadas, en España, pero también en otros países de Europa y América, una cierta desconfianza hacia todo lo que tenga que ver con las artes creativas como la escritura, la música, la pintura, el teatro, la poesía, el cine, la televisión, el periodismo, la comunicación… pero también con la vida pública, como la política o la acción sindical. 

Encontramos nuestra seguridad en el cuidado de la familia y en el ámbito educativo, pero no fomentamos, de forma generalizada, la creación de la belleza que toca el corazón. Nos sentimos más protegidos en el mundo del emprendimiento, el derecho, las finanzas o incluso en el Tercer Sector, que en el amplio espacio de la creación o la comunicación. Y eso tiene como resultado que ese ámbito esté colonizado por los bárbaros que pretenden socavar nuestras creencias y modo de vida, y en buena parte lo están consiguiendo.

Comprendo el recelo de muchos cristianos a que sus hijos puedan labrarse un futuro en ese entorno tan hostil a nuestra cosmovisión. Pero si queremos transformar la sociedad, debemos también conquistar ese territorio.

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