INDIGNACION, VERGÜENZA. Tras el atentado de ETA en Madrid, uno no puede sino parafrasear a Churchill y decir que no se puede elegir el deshonor para evitar los atentados, porque al final se pierde el honor y no se evitan los atentados. Hasta la víspera misma del atentado, el propio Zetapé compareció triunfalmente ante los medios para asegurarnos que estábamos mejor que hace cuatro o cinco años (olvidando a los dos policías asesinados en Sangüesa hace sólo tres años y medio), pero que íbamos a estar mucho mejor aún el año que viene. No ha hecho falta esperar un año, ha bastado con esperar sólamente un día. La infamia del presidente llegó a tal punto que en esa misma comparecencia llamó “accidentes mortales” a los atentados de ETA. Esa misma víspera mortal, Ramón Jaúregui decía que había que entregar a la ETA un estatuto vasco en blanco (y un nuevo fuero para Navarra, se supone) para que la ETA lo rellenara como quisiera. Indignación, Vergüenza. Otegui nos explicaba tras la explosión que el último atentado de ETA no sólo no rompe sino que impulsa el proceso, que ahora es “más necesario que nunca”. La naturaleza de este proceso es tal, por tanto, que los asesinatos no sólo no impiden el proceso, sino que son su combustible: ETA pone un par de muertos en una mesa para que el proceso avance a su gusto en la otra. Esto es lo que nos está explicando Otegui, y cabe preguntarse si alguno de los que apostaron por las famosas mesas paralelas (y lelos) de Anoeta pudo alguna vez entender otra cosa. Fíjense que ni uno sólo de los que han apoyado el proceso lo han dado por roto tras el atentado, ni uno sólo, incluyendo al Presidente del Gobierno que simplemente lo ha suspendido. Y eso que, en la resolución parlamentaria que ellos mismos se auto-otorgaron para negociar con la ETA, teóricamente exigían a los terroristas una “clara voluntad” para poner fin a la violencia y “actitudes inequívocas que puedan conducir a esa convicción”. Todo mentira. Pero puesto que nunca se dieron las condiciones para iniciar el proceso, y aún así lo iniciaron, ahora les da exactamente igual que tampoco se den las condiciones para continuarlo. Y es que aquí siempre hubo un discurso público negacionista para la plebe, y otro muy distinto y muy secreto para la ETA. Indignación, vergüenza.