El panorama de la prensa escrita en España es desolador. Es un sector que se enfrenta a la tormenta perfecta: en caída continua, con cerca de 11.000 despidos y pérdidas del 30% en ventas y cerca del 40% en difusión desde 2008; con las cabeceras emblemáticas conectadas artificialmente a los créditos y a decisiones y subvenciones gubernamentales; una pérdida de la reputación del periodista (sólo un 34% de los encuestados confía en las noticias en España según el informe del Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo de 2015) y por si fuera poco, la irrupción de un nuevo ecosistema informativo online para el que no se ha encontrado todavía un modelo de negocio. Les salva la influencia que siguen manteniendo sobre empresarios, políticos y otras grandes instituciones. Muros de pago, micropagos, periodismo hiperlocal, todo vale para encontrar el Santo Grial del futuro modelo de negocio editorial.
¿Y a mí que me importa lo que le pase al Grupo La Información, a Cebrián o a los Bergareche? Si tenemos en cuenta que a mayor formación de la sociedad mayor calidad de la participación democrática, huelga exponer los motivos.
Pero para eso ya tenemos las redes sociales y la hiperinformación de la Red, me responderás. No necesariamente:
1. Más información no es mejor información y menos aún mejor elección. En «La paradoja de la elección», Barry Schwartz habló de la dificultad que conlleva elegir cuando tienes la posibilidad de acumular información de un modo ilimitado.
2. Nos enfrentamos diariamente a una cantidad ingente de impactos. ¿A qué le presto mi atención? Al mensaje de whatsapp, a la película de Netflix, a la última ocurrencia de la presidenta del parlamento navarro, al vídeo que aparece en mi Facebook. Goldhaber afirmaba que vivimos en la economía de la atención, donde el tiempo es el único recurso escaso.
Los medios son conscientes de ello. El rival de El País no es El Mundo. Es una app del iPad, la tertulia de radio, los tuits, los confidenciales o el Kindle. ¿Y cómo captan los medios nuestra tan preciada atención? Con la fórmula del espectáculo y la emoción. Puro infoentretenimiento que degrada en algunos casos la calidad de la información por conseguir audiencia.
En este panorama dominado por el espectáculo, la emoción y la abundancia de la información, nuestra necesidad de encontrar referentes que procesen y filtren esta información por nosotros y nos digan cómo pensar hace que otorguemos, cada vez con mayor frecuencia, ese papel a influyentes (personas, medios) cada vez más sesgados. Necesitamos certidumbres para poder vivir y encontrar el sentido en nuestra construcción social de la realidad. Y ante tanto impacto, tanto espectáculo e información y con la crisis galopante de los medios de papel, buscamos referentes rápidos de consumo y de formación de opinión que no nos generen disonancias cognitivas. Es la época de las trincheras, mi retuit contra el tuyo.
Tengamos fe y esperanza en que los medios escritos den con la tecla exacta y que la televisión divierta pero también forme. Porque si no es así, la televisión tiene todas las de ganar. Y usted y yo, todas las de perder.