Hay días en que uno se acuesta furibundamente católico. Pero no, no es porque haya escuchado en misa el sermón del domingo ni la COPE en sus horas más brujas. Yo me vuelvo furibundamente católico al escuchar la SER o leer el Diario de Noticias. ¿Será consciente esta gente de lo que me está haciendo? Todo esto viene a cuento de las declaraciones del obispo Munilla, asegurando que “existen males mayores” que la tragedia de Haití y que nosotros también “deberíamos llorar por nuestra pobre situación espiritual y nuestra concepción materialista de la vida”.
Gran escándalo en los medios progresistas: ¿que hay males mayores que lo de Haití? Uyyy… lo que ha dicho Munilla, uyyy…
Habría que poner, naturalmente, el entrecomillado en contexto. Y el contexto es una entrevista en la que, refiriéndose al terremoto de Haití, le preguntan a Munilla sobre cómo puede existir un Dios bueno que permita que pasen cosas malas.
A partir de ahí, Munilla citaba al que unas mujeres miraban llorosas camino del Calvario antes de ser crucificado, diciéndoles: “no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos”.
Y es que Munilla, a diferencia de sus críticos, concibe la existencia de males morales además de males materiales. Consecuentemente, además de en los movimientos sísmicos, también cree en la existencia de terremotos y ruinas morales. Nadie parece concebir nada de esto en algunos periódicos y emisoras: para ellos el mal sóla y exclusivamente se mide en kilos de cascotes. Pues bueno, allá ellos.
Naturalmente, inmediatamente después de establecer esta distinción, Munilla señala la necesidad de “poner toda nuestra solidaridad en ayudar” a las gentes de Haití. Este otro entrecomillado ya no ha sido tan llamativo.
Queda por fin responder a la pregunta de cómo puede existir un Dios bueno que permite que pasen cosas malas. Francamente, no sé si soy un heterodoxo pero a mí esto no me parece tan complejo. ¿Cuál es la alternativa a un mundo en el que Dios no dejara que pasaran cosas malas? ¿Qué Munilla chasqueara los dedos, se parara el tiempo, se abrieran los cielos, y la mano de Dios fuera cogiendo del suelo a los haitianos y colgándolos de las nubes hasta que pasara el terremoto?
Si de verdad pasara eso, a continuación los redactores del Noticias abandonarían a la carrera el periódico, aterrorizados buscarían una Iglesia, espantados se postrarían ante Munilla pidiendo clemencia, volverían con sus primeras mujeres, arrastrarían a sus hijos hasta un confesionario mientras rezaban rosarios… la presencia de Dios en el mundo se haría abrumadora.
También podríamos disparar una bala a alguien, pero la mano de Dios la detendría para evitar que sucediera un mal. El mal no sería posible. Además de vivir abrumados por la presencia de Dios no podríamos hacer el mal. No seríamos libres. Cada vez que intentáramos hacer el mal Dios nos detendría. Sólo podríamos hacer el bien. Por tanto no seríamos libres.
Precisamente por eso Dios permite que pasen cosas malas. En un mundo en que no fuera posible el mal, tampoco podríamos ser libres. Es por ello que la pregunta de los cristianos seguramente no es qué hace Dios, sino qué hacen ellos mismos por los haitianos.