Los mercados mundiales comenzaron a desplomarse a mediados de febrero de 2020. No es un dato baladí. Desde esas fechas ningún dirigente mundial puede alegar ignorancia de que estaba pasando algo grave. Ningún dirigente mundial podía ignorar a esa fecha que las bolsas se estaban hundiendo y ningún dirigente mundial podía ignorar que eso estaba pasando por la seriedad que estaba tomando el asunto de la pandemia. Algunos se hicieron los despistados hasta el 8M de 2020, pero había señales de sobra como para temer lo que se estaba cociendo. Por eso interesa intentar andar por la vida estirando el cuello un poco más alto y un poco más lejos para poder ver u oír por encima del ruido y por encima de los árboles que nos tapan la visión del horizonte. En estos días vuelve a haber un asunto preocupante al que quizá merece la pena dedicarle unas líneas y ese asunto es la crisis de Evergrande Group.
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Contra lo que pudiera pensarse por el nombre, Evergrande es una empresa china. No sólo una empresa china, sino la segunda mayor inmobiliaria de china. Pues bien, se trata de una empresa que técnicamente ya está en default. O en quiebra técnica. Es decir, no ha podido hacer frente al pago de los últimos intereses de su deuda. De esto hace cuestión sólo de días.
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La caída de un gigante inmobiliario chino no es un asunto menor. Recordemos que la crisis de 2008 comenzó dicen algunos que por la caída de Lehman Brothers. Eso no es del todo exacto. En realidad la crisis comenzó en 2007 y para cuando quebró Lehman en 2008 antes habían caído Fannie Mae y Freddie Mac, las dos mayores inmobiliarias de los EEUU. ¿Y por qué no se habla de estas dos empresas y se habla de Lehman cuando las caídas en bolsa y la crisis bancaria es evidente que habían comenzado en 2007? Pues porque Fannie Mae y Freddie Mac eran empresas semipúblicas y no es en ese punto en el que los grandes poderes mundiales quieren poner el foco ni el origen de ninguna crisis. De hecho una de las lecciones que se nos intentó vender tras la crisis de 2007 es que los estados deben controlar más los mercados para evitar la formación y el estallido de burbujas inmobiliarias, cuando más bien estas burbujas son precisamente más bien consecuencia de la política monetaria o del intervencionismo político. Esto no deja de tener su gracia ahora que es una empresa china en el régimen comunista chino la que vuelve a amenazar con una detonación nuclear en el corazón del sistema financiero.
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El problema de una empresa como Evergrande es que su caída puede desencadenar una reacción en cadena. La deuda de Evergrande se estima en unos 300.000 millones de dólares. Es decir, que Evergrande le debe mucho dinero a mucha gente, y que por tanto mucha gente tiene un problema. No sólo eso. Conforme se forma una burbuja de deuda, por un lado tenemos un crédito que va creciendo, pero por otro unos activos cuyo valor supuestamente va creciendo de forma paralela y garantizando esos créditos. Cuando la burbuja explota, se evidencia que los activos que supuestamente respaldaban la deuda (inmuebles, bonos públicos y privados, acciones, criptomonedas…) pueden tener mucho menos valor del que se les suponía. Es más, es que su valor se desploma porque de repente todo el mundo se da cuenta de que no son sólo los inmuebles de Evergrande, por ejemplo, los que a lo mejor valen el 40% de lo que se pensaba, sino los inmuebles de todo el mundo. Ya sólo este temor puede desatar una oleada de ventas o un cierre del grifo del crédito que, o reafirme como justificadas las sospechas, o desencadene una profecía autocumplida. A fin de cuentas no es probable que Evegrande esté totalmente podrido pero todo el resto del sector inmobiliario chino o el financiero esté saneadísimo. Evergrande puede ser la punta del iceberg, o no, pero nadie que pilote un transatlántico con orquesta a bordo debe menospreciar el peligro de tropezarse con un iceberg.
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Dicho lo cual siempre pensamos que China es la gran potencia emergente. Que en breve China controlará el mundo. Que China es imparable. Que la pandemia ha puesto de manifiesto nuestra vulnerabilidad y dependencia de sus fábricas. Que su potencia militar puede ser ya casi imbatible. Todo lo cual, por otra parte, no hace sino reafirmar que una crisis financiera en China nos puede afectar a todos de forma arrolladora. ¿Pero y si por otro lado China no es tan invulnerable?
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Junto a las indudables fortalezas de China, no podemos dejar de considerar que se trata de una dictadura comunista, más o menos atípica pero una dictadura comunista, y por supuesto y en cualquier caso una dictadura. ¿Es eso una ventaja? Puede que no. Digamos que por una mera cuestión de darwinismo político, social y económico, si las democracias son más fuertes que las dictaduras todos los países tenderán a acabar siendo democracias, y si las dictaduras son más fuertes que las democracias todos los países tenderán a acabar convirtiéndose en dictaduras. O sea, no en falsas democracias en las que la libertad es mucho menor que la aparente sino en dictaduras en sentido clásico, en las que no sólo te cierran la cuenta de Twitter sino que viene la policía a casa y te lleva a un gulag.
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Una de las razones por las que las democracias parecen más fuertes que las dictaduras es porque las dictaduras no tienen válvula de escape. En las dictaduras no hay forma de encauzar el descontento. No hay alternancia, ni siquiera aparente. En las dictaduras hay por lo menos los mismos problemas que en las democracias y a menudo peor gestionados. Que la olla pueda ser más resistente a la presión lo único que quizá determine sea, cuando al final llegue, la fuerza de la explosión. Es seguro que China no va a ser para siempre una dictadura comunista. Es probable que los chinos, aunque no puedan decirlo, igual que los madrileños también prefieran libertad a socialismo. Si algún día China deja de ser una dictadura, no hay forma de saber cómo se llevará a cabo esa transición, o lo pacífica o traumática que sería. Pero sí cabe intuir que algo como eso es más probable que suceda con ocasión de una grave crisis económica y social. Ahí volvemos a enlazar con la crisis de Evergrande.
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¿Puede ser la quiebra de Evergrande el detonante de una nueva crisis económica mundial o de una crisis política sin precedentes en China? Puede que no. Pero no tendría sentido no ponerse en guardia y no estar ojo avizor.
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