Cuando uno se aproxima a leer el diario El País sabe a lo que se expone. Es decir, no es fácil asustarse leyendo El País, no tanto porque en ese diario no se publiquen noticias inquietantes de forma constante sino precisamente por ello. Para inquietarse por lo que publica un medio dedicado a publicar cosas inquietantes hay que subir muy alto el listón, Lo inquietante por cierto no son tanto las noticias como el enfoque destinado a inducir al lector a pensar que lo inquietante es en realidad deseable. Más aún, que estamos abocados a algún tipo de apocalipsis si no abrazamos sus inquietantes reflexiones y que quien no las abraza es un peligro público y un enemigo de la humanidad. El País, por otro lado, no es sino el medio oficioso del pensamiento progre en España. Si lo leemos en El País es que ya está circulando por todo el mundo como parte del catecismo izquierdista indiscutible global, otra motivo más de inquietud.
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Pues bien, la noticia inquietante de ayer en El País es la de que “los científicos” (o sea todos, sin dejarse ni uno) piden investigar embriones de más de 14 días para entender el momento más importante del desarrollo humano.
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Es posible que para muchas personas esta noticia no resulte particularmente inquietante frente a los indultos de los golpistas, la pre-amnistía de los etarras, los asaltos a las vallas de Ceuta y Melilla o la muerte, la ruina y las restricciones de derechos de la pandemia. Pero están equivocadas esas personas si no se alarman con esta noticia.
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Lo que nos dice esta noticia son dos cosas terribles. Primero que a efectos de las investigaciones científicas ya se acepta usar para experimentos como si fueran cobayas los embriones humanos de hasta 14 días. Segundo que a “los científicos” esto les parece poco y que hay que ir planteándose el que se puedan usar como objetos de experimentación embriones de más de 14 días: “Muchos países, incluida España, prohíben por ley cultivar embriones humanos en el laboratorio más allá de esa frontera. Un panel internacional de científicos pide hoy que se levante esta restricción”.
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El País señala que hace ya muchos años que se considera que hasta los 14 días de gestación el embrión no es un ser humano, que lo interesante viene después y que por eso mismo hay que investigarlo sin miramientos. Pero no pensemos que El País abraza con esto las descabaladas prácticas del doctor Moreau, el famoso personaje de Wells. Una cosa es usar los embriones humanos como cobayas de usar y tirar, por cierto cuando el discurso dominante empieza a criticar el uso experimental de animales en los laboratorios, y otra cosa es usar y tirar los embriones humanos para crear híbridos entre animales y humanos. Eso no debe hacerse. No somos salvajes, hay que mantener estas cosas en los límites de una exquisita moralidad. Mengele sí, Moreau no. Obviamente nos encontramos ante el viejo truco de señalar horrorizado que no se cruzará un determinado límite para indicar en el fondo que se cruzarán todos los límites menos ese, y eso además de momento.
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Lo cierto es que la tesis de que los embriones no son humanos hasta las 14 semanas es una afirmación totalmente gratuita. Resulta obvio que la vida humana comienza en el momento mismo de la concepción. Entre la concepción y el nacimiento están sucediendo constantemente cosas increíbles, pero se trata de una evolución, de un proceso, de un continuo, de un desarrollo. No hay rayas, no hay saltos. No se puede decir que hasta las 13 semanas, 6 días, 23 horas, 59 minutos y 59 segundos no hay un ser humano y que a las 14 semanas sí lo hay. Todo este tipo de marcas artificiales en el proceso de gestación responden a motivos políticos e ideológicos. Precisamente por ser marcas artificiales se pueden marcar cuantas se quiera. Alguien dirá que la marca del inicio de la vida humana es la implantación del óvulo fecundado. Otro el momento en que el óvulo ya no se puede dividir para que nazcan gemelos. Otro el momento en que el feto es viable fuera de la madre. Otros hasta que el momento decisorio es el momento del nacimiento. De hecho por un lado se nos dice que la vida humana comienza a los 14 días y no en el momento de la fecundación, por eso se puede experimentar con esos embriones o usar píldoras abortivas. Pero resulta que ya se tolera el aborto mucho más allá de los 14 días de gestación. Por otra parte ahora nos dicen que hay que poder experimentar con embriones de hasta 28 días, si total los estamos abortando. Claramente lo que se va a hacer determina los límites morales en vez de a la inversa.
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En definitiva se pretende estrechar los límites de la vida humana (hasta ahora “sólo” le quitábamos 14 días) para ampliar los límites de la experimentación. Una experimentación en la que los seres humanos puedan ser usados como cobayas pero poniéndolos incluso por debajo de las cobayas, para que ni como cobayas haya que protegerlos. No cabe duda de que tras quitar 28 días en vez de 14 al comienzo de la vida humana se descubrirá que lo que sucede después de los primeros 28 días de gestación también es sensacional, por lo que habrá que retrasar el momento en que consideramos iniciada la vida humana del día 28 al 52, o al 73, o al que interese al pensamiento dominante en cada momento en nombre del progreso, en nombre de grandes avances, en nombre de increíbles descubrimientos. Lo cierto es que la alternativa entre moralidad o descubrimientos siempre suele ser falsa. Hacer cosas atroces no garantiza ningún progreso. El progreso es otra cosa. El progreso usado de esta forma es más bien una excusa para hacer cosas atroces. Nos dicen que estemos tranquilos, que no se usarán estos avances para crear híbridos entre animales y humanos, pero para deshumanizarse y animalizarse no hace falta la manipulación de embriones. Como si por otro lado no hubiera monstruos 100% humanos. Como si la maldad no fuera una prerrogativa de los humanos. Como si por debajo de crear híbridos entre animales y humanos no debiéramos preocuparnos.
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