Si hace dos años y medio alguien hubiera preguntado por las figuras más importantes en la pantilla de UPN, los nombres más claros serían Sayas, Adanero, Iriarte y Valdemoros. Esparza hubiera aparecido por ser el líder, más que por resultar particularmente valioso. Llegados a este punto por tanto habría que preguntarse cuál es la responsabilidad de Esparza dejando como legado este desmoronamiento absoluto.
La pregunta siempre en estos casos es qué viene antes, si el desmoronamiento de las figuras del partido o el desmoronamiento del electorado. En el caso de UPN ambos procesos pueden ir bastante de la mano. En las forales de 2011, UPN obtuvo 19 diputados frente a los 15 actuales. UPN lleva en la oposición con los mismos diputados forales desde 2015. En ese tiempo el centro-derecha ha subido 3 diputados, pero UPN no se ha llevado ninguno. En las generales de 2023 UPN tan sólo fue la cuarta formación más votada, por detrás del PP. Sayas, al que UPN había echado en brazos del PP, obtuvo más diputados que el candidato de UPN. La debacle electoral está ahí, paralela a la fuga de figuras, para quien quiera mirar.
Podría pensarse que también Cristiano Ronaldo, Benzemá o Bale dejaron al Real Madrid, y que ahí sigue el Real Madrid, pero es que al Real Madrid han llegado Vinicius, Bellingham o Mbappé. El problema no son sólo las salidas, sino la falta de llegadas, los fichajes, ¿dónde están y quiénes son los galácticos de UPN? Para derribar un gobierno no basta el mal hacer de ese gobierno, también se precisa ofrecer un gobierno alternativo que sea atractivo.
La apuesta de UPN desde los tiempos del quesito es no hacer nada. El plan era limitarse a sumar para siempre con el PSN los votos necesarios. Cuando lo que decidió el PSOE fue sumar para siempre con los separatistas y la extrema izquierda, dejando a UPN en la cuneta, los estrategas de UPN pasaron de intentar practicar el quesito a convertirse en víctimas del quesito inverso.
El problema es que UPN sigue anclado en el quesito, en seguir esperando un cambio de estrategia en el PSOE, el último capítulo de la cual fue el pacto secreto de Esparza para apoyar la reforma laboral y la crisis con Sayas y Adanero. En esa espera indefinida al regreso del PSOE “auténtico” no sólo es que UPN sea incapaz de ofrecer un discurso alternativo para seducir y convencer a los electores, sino que no puede ofrecerlo. Si tu horizonte se limita a pretender pactar con el PSOE, en vez de ser su alternativa, o a intentar captar el voto del mítico votante socialista desencantado, no puedes decir nada que confronte con su discurso. Y sin confrontar el discurso de la izquierda, es imposible quitarle votos a la izquierda. Es difícil quitarle votos a la izquierda confrontando ideológicamente con toda su maquinaria, pero sin siquiera dar esa batalla no es sólo difícil quitarle votos, sino completamente imposible.
El otro problema que tiene UPN es que ya no es una fuerza monopolística en el centro-derecha navarro. Ahora tiene que competir con VOX y el PP dentro de su misma orilla. El votante desencantado o el nuevo votante tienen alternativas. La alternativa no es sólo la abstención y los errores se pagan en forma de fuga de votos.
A UPN le falta aclararse sobre qué producto quiere vender, cómo lo quiere vender y quién lo tiene que vender. UPN tiene que diferenciarse del resto de partidos de la oposición, pero sobre todo tiene que diferenciarse del gobierno. UPN no puede ser, quesito mediante, otra forma alternativa de que el socialismo siga para siempre en el poder. Lo que UPN tiene que intentar captar es votantes, no diputados de otros partidos. UPN tiene que olvidarse de la aritmética y centrarse en el discurso, o por lo menos poner primero el discurso. UPN tiene que intentar ganar las elecciones antes de las elecciones y no con suma-restas después de las elecciones. Lamentablemente la gente más cualificada para esa misión parece que abandona el partido. Y no llega nadie en sustitución.
