La noticia saltó el sábado, al conocerse que una mujer marroquí embarazada había sufrido una brutal paliza en la calle a manos de otros dos marroquíes por no llevar velo. A consecuencia de la paliza, aunque según el forense resultaría difícil probar sin ningún género de duda la relación causa-efecto, pocos días después habría perdido a su hijo. La truculencia de la historia explica perfectamente su difusión en los medios. Diario de Noticias, por citar un ejemplo, titulaba: “Una marroquí embarazada pierde a su hijo tras recibir una paliza por no llevar velo”.
El reflejo de una sociedad paradójica.
Uno de los aspectos que más llama a atención en esta historia es la alarma social creada ante la paliza que provoca el aborto de una mujer embarazada, cuando esa misma sociedad se dispone a aceptar el aborto libre hasta un determinado plazo. En este caso, además, la mujer embarazada se encontraba dentro de ese plazo. Si por un lado y con carácter general la ley no otorga ningún valor a la vida de ese hijo dentro de cierto plazo, resulta imposible e incoherente que la ley pueda proteger luego esa vida como si fuera algo valioso. En alguno de los dos casos, nos estamos equivocando.