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Acaba de hacerse público el primer gran escrito del Papa Francisco, la exhortación apostólica Evangelii Gaudium (Alegría del Evangelio).
Como suele suceder con este Papa, el texto inmediatamente ha saltado a los titulares de los medios encendiendo la polémica. Que si el Papa ataca el capitalismo, que si se posiciona contra el libre mercado…
Como también suele suceder con las cosas que dice este Papa, al final resulta que se parecen sospechosamente a lo que ya habían dicho antes los papas anteriores, con mucho menos escándalo.
En este sentido, sin embargo, no deja de ser un gran mérito del Papa Francisco saber decir las cosas como si fuera la primera vez que se dijeran y suscitando el mismo interés.
En esta ocasión, aunque el Papa ha hablado de muchas cosas, dadas las circunstancias han suscitado particular atención sus palabras sobre la economía.
Evidentemente no es dogma de fe todo lo que el Papa hable sobre la economía o sobre asuntos que son opinables. No obstante, lo que diga el Papa sobre asuntos opinables para los católicos es importante. No digamos este Papa concreto, al que cuando habla hasta los no católicos le escuchan atentamente.
¿Acaso el capitalismo nos hace buenos a todos automáticamente? ¿Es que un sistema económico hace innecesaria nuestra solidaridad o nuestro compromiso personal para ayudar a los demás? Bajo un sistema capitalista se puede vivir muy bien, pero también puede haber muchas situaciones inhumanas: somos las personas que vivimos bajo ese sistema las que tenemos que marcar la diferencia con nuestro comportamiento. Como decíamos al principio, estamos bastante seguros de que el socialismo no sirve para resolver los problemas del mundo, ¿pero puede hacerlo el capitalismo más descarnado? Las palabras de Bergoglio nos remueven la conciencia y nos dejan pensando en todo esto.
A continuación reproducimos la parte del texto que más ha llamado la atención de los medios, la que se refiere a la economía, aunque el texto aborda muchos más asuntos y al final, si les ha sabido a poco, pueden encontrar un enlace a zenith.org con el texto completo en español.
Evangelii Gaudium
I. Algunos desafíos del mundo actual
52. La humanidad vive en este momento un giro histórico, que podemos ver en los adelantos que se producen en diversos campos. Son de alabar los avances que contribuyen al bienestar de la gente, como, por ejemplo, en el ámbito de la salud, de la educación y de la comunicación. Sin embargo, no podemos olvidar que la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo vive precariamente el día a día, con consecuencias funestas. Algunas patologías van en aumento. El miedo y la desesperación se apoderan del corazón de numerosas personas, incluso en los llamados países ricos. La alegría de vivir frecuentemente se apaga, la falta de respeto y la violencia crecen, la inequidad es cada vez más patente. Hay que luchar para vivir y, a menudo, para vivir con poca dignidad. Este cambio de época se ha generado por los enormes saltos cualitativos, cuantitativos, acelerados y acumulativos que se dan en el desarrollo científico, en las innovaciones tecnológicas y en sus veloces aplicaciones en distintos campos de la naturaleza y de la vida. Estamos en la era del conocimiento y la información, fuente de nuevas formas de un poder muchas veces anónimo.
No a una economía de la exclusión
53. Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte» que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes».
54. En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe. La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera.
No a la nueva idolatría del dinero
55. Una de las causas de esta situación se encuentra en la relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano. La crisis mundial que afecta a las finanzas y a la economía pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo.
56. Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. Además, la deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no conoce límites. En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta.
No a un dinero que gobierna en lugar de servir
57. Tras esta actitud se esconde el rechazo de la ética y el rechazo de Dios. La ética suele ser mirada con cierto desprecio burlón. Se considera contraproducente, demasiado humana, porque relativiza el dinero y el poder. Se la siente como una amenaza, pues condena la manipulación y la degradación de la persona. En definitiva, la ética lleva a un Dios que espera una respuesta comprometida que está fuera de las categorías del mercado. Para éstas, si son absolutizadas, Dios es incontrolable, inmanejable, incluso peligroso, por llamar al ser humano a su plena realización y a la independencia de cualquier tipo de esclavitud. La ética –una ética no ideologizada– permite crear un equilibrio y un orden social más humano. En este sentido, animo a los expertos financieros y a los gobernantes de los países a considerar las palabras de un sabio de la antigüedad: «No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos».
58. Una reforma financiera que no ignore la ética requeriría un cambio de actitud enérgico por parte de los dirigentes políticos, a quienes exhorto a afrontar este reto con determinación y visión de futuro, sin ignorar, por supuesto, la especificidad de cada contexto. ¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos. Os exhorto a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética en favor del ser humano.
12 respuestas
No veo nada malo en las palabras del Papa. Habla de injusticias, no dice nada de que el Estado deba controlar medios de producción o de obligar coercitivamente a la gente a hacer cosas contra su voluntad, por lo que no se por qué se emoeñan algunos en relacionarle con el socialismo POLÍTICO.
La apetencia de algunos por el dinero se da en todo tipo de regímenes es mala, independientemente del color del régimen que sea.
A mi este Papa me gusta y me hace reflexionar. Y por ello me vuelve a gustar.
Yo creo que nadie niega «el derecho de control de los Estados», eso sería algo parecido a la anarquía. ¡Pero si es justamente lo contrario! Si cada vez hay más control y más intervención EN TODO. Y, aunque lo diga el Papa, para mí de ahí vienen muchos de los problemas. El problema real es la política socialista de todos los partidos, el afán de la redistribución porque sí: ¿por qué tengo yo que subvencionar una película de Almodovar con mis impuestos y contra mi voluntad? Puedo entender pagar una carretera, la sanidad, la educación, pero ¿una película?, ¿un curso de danza del vientre? ¿un sindicato mangón? ¡Por favor!
El pontífice rechaza la motivación individual del beneficio como motor de la actividad económica … pero no propone alternativas.
Que los ricos deban ocuparse de de los pobres ya lo hizo San Martín compartiendo su capa con el pobre. Nada nuevo desde el Vaticano.
Los diferentes Papas, al incluir en sus encíclicas doctrina relacionada con la economía, suelen tener en cuenta, con su correspondiente influencia posterior, las teorías de determinados personajes y diferentes corrientes de opinión; así, la encíclica Rerum Novarum, del Papa León XIII, estuvo claramente influenciada por el socialismo de cátedra defendido por Ketteler (obispo de Maguncia) y por la obra del vizconde Alban de Villeneuve-Bargemont, Economie politique chrétienne una obra, según los entendidos, claramente defectuosa en lo que a economía se refiere.
Asimismo, la encíclica Quadragesimo Anno, que se publicó durante la gran depresión que hubo tras la I Guerra Mundial, sintonizó con el movimiento corporativista que surgió como sustituto de la economía de mercado. Este modelo, el corporativismo, si en algo destacaba en economía era precisamente por su carga de heterodoxia científica, pues bien, estas teorías, nada científicas, son las que asumió Pío XI en su encíclica.
De la misma forma, las posturas socialdemócratas y, más concretamente, las aportaciones de los seguidores de Keynes dieron lugar a la doctrina económica emanada del Concilio Vaticano II. Esta doctrina económica es la que se expone en la encíclica de Pablo VI, Populorum Progressio. Con ese punto de partida, después de diversos avatares se llegó, nada menos, al caos económico iberoamericano que fue la base de la peligrosísima “Teología de la liberación”.
Más recientemente, el Papa Juan Pablo II decide apartarse de las corrientes poco ortodoxas en materia económica y, para elaborar su encíclica Centesimus Annus, en las cuestiones de economía contemporánea que se van a incluir en dicho documento prefiere rodearse, y así lo hace, de los más prestigiosos economistas del momento, a los cuales, reunió en un encuentro celebrado el 5 de noviembre de 1990.
El Papa Francisco parece que vuelve a teorías económicas anteriores a Juan Pablo II, de hecho, une «mercado» a pobreza y «control de los estados» al bien común. Parece que la causa de todos los problemas es el libre mercado, el capitalismo y la globalización, y no tiene en cuenta que allí donde más libertad económica hay, menos pobreza existe, y que precisamente en los países más libres es donde la Iglesia goza de mayor autonomía, y en aquellos más dominados por el Gobierno (Cuba, Venezuela, Argentina, el antiguo bloque comunista…) es donde más problemas encuentra para desarrollarse y hacer su labor.
Joé clarete. eres un fiera. Te has leído todas las encíclicas desde León XIII!!??. Yo, que me digo cristiano, no he sido capaz de leerme más de una encíclica entera en mi vida. Me resultan más fáciles de digerir escritos y tratados sobre las mismas de gente no sospechosa de manipular ni las palabras ni el sentido para poder tener un juicio al respecto con un mínimo de fundamento. Pues eso, que me parece admirable.
Desde luego, Peztondo, que no sor ningún erudito en la materia y que no me he leído todas las encíclicas; sí he leído sobre la doctrina social de la Iglesia y sobre la postura de esta ante diferentes situaciones económicas. Por supuesto que, al igual que Vd., valoro fundamentalmente lo aportado por «gente no sospechosa de manipular ni las palabras ni el sentido». Un placer, Peztondo.
Estimado Sánchez Marco,son escasas las ocasiones en las que estoy en desacuerdo con Ud, pero ésta es una.
Dice Ud, que «El pontífice rechaza la motivación individual del beneficio como motor de la actividad económica». Creo que no es exactamente así. El papa cuando se refiere al dominio del dinero sobre las personas lo hace en referencia a la relación que CADA PERSONA ha establecido con el dinero (punto 55). El papa condena el libre mercado en tanto en cuanto supone que su uso al margen de la ética y de Dios, supone siempre una fuente de sufrimiento para otros.
Es evidente que eso es así. El desempeño de cualquier función, al margen de la ética y de Dios como ser superior frente al que rendir cuentas, supone siempre el ejercicio del autoritarismo y la tirania hacia los otros. Creo que si nos ponemos a examinar nuestra comunidad foral… sobran ejemplos de publica notoriedad sobre lo que estoy hablando;
Sólo le doy un ejemplo: el partido que nos gobierna a nivel nacional sólo tiene una palabra para excusar el continuo incumplimiento de su programa electoral: economía. Todo es sacrificado en aras de ésa economía. Todo. Primero la economía, los ciudadanos importan menos.
No me voy a extender más porque resultaría soporífero…
El papa también hace referencia a que son los responsables de la economía los que tienen que encontrar soluciones, la iglesia no tiene la respuesta técnica para eso. Puede orientar.
Yo no entiendo mucho de economía y Ud, es una eminencia intelectual, así que imagino que mi escrito no le convencerá mucho.
Saludos
Curiosas las conclusiones que parecen extraerse del artículo de NC: el socialismo es malo per se, mientras que el capitalismo puede llegar a serlo en función de su uso.
Obviamente Joseg….
El socialismo limita la libertad de las personas.
El capitalismo solo refiere eficiencia y eficacia económica. Y hay libertad, tanto para hacer la caridad y compartir las ganancias, como para malgastar el dinero ganado en gastos suntuosos y espúreos. Con el socialismo solo se reparte la pobreza entre la gente normal. La riqueza, poca, queda en manos de los dirigentes de El Partido.
A «Sancho el Fuerte».
Es un tema complejo para debatirlo en pocas líneas y su punto de vista también me resulta aceptable. Creo no obstante que el Pontífice ha entrado en temas controversiales que pueden ser pligrosamente interpretados de formas variadas. Yo prefiero escritos pontificales más fundamentados en sentimientos y creencias religiosas y humanitarias.
Carlos Sánchez: comprendo perfectamente a que se refiere. Y tiene Ud, su parte de razón.
Ciertos temas pueden (y serán) tenidos como una toma de postura del pontífice hacia ideologías de izquierda.
Pero creo que leer el propio documento hace ver que el Papa habla siempre en sentido de «necesidad PERSONAL de conversión». Desde el que trabaja de servicio técnico de Gas Fenosa y cobra 40 veces «las salidas», hasta el directivo de banca (cívica o x) que mantiene su sueldo escandalosamente millonario. Pasando por el empresario que deja de pagar los salarios a sus trabajadores mientras se pega una vida de lujo o el político que cobra dietas por la mañana mientras por la tarde vota a favor de subir los impuestos al común de los mortales.
La mayoría tenemos necesidad de dejar de tratar al dinero cómo un ídolo.
Yo voy por la mitad del documento…
Saludos.
Ciudadano:
No me suena haber leído entre los principios del socialismo del reparto de la pobreza entre la gente normal y la acumulación de la riqueza en manos de los dirigentes.
El hecho de que, en cualquier sistema político y/o economico, pueda haber dirigentes que lo utilicen en beneficio exclusivamente propio, no convierte sus consecuencias en principios del mismo.
Saludos.