Uber, Cabify y la problemática del taxi provocada por el intervencionismo del gobierno

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Lo anormal sería que no hubiera un enorme conflicto en el mundo del taxi, un conflicto que o se arregla o irá a más, y un conflicto que, como veremos, hunde sus raíces, como casi siempre, en el excesivo intervencionismo del gobierno.

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En los últimos años los taxis han visto comprometido su negocio con el surgimiento de plataformas como Uber o Cabify. En el caso de los taxis, puede resultar incluso más significativo el caso de Cabify. El funcionamiento de Cabify se basa en alquilar un vehículo con conductor por medio de una aplicación que la gente se descarga en el móvil. Se contrata el servicio por el traslado de tal a cual punto y se paga sobre la marcha a través de la tarjeta de crédito. Es fácil, es eficaz y es barato. Cabify es una empresa legal, que cumple las normativas, que paga los impuestos y cuyos conductores son profesionales. En la práctica funciona casi como una empresa de taxis con algunas limitaciones. Por ejemplo, no se puede parar uno de estos vehículos por la calle como un taxi y los vehículos no pueden estar circulando por la calle para captar a los clientes. El taxi tiene su normativa y el alquiler de vehículos con conductor la suya. En principio, todo el mundo cumple su legalidad, aunque se hagan la competencia.

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El problema de los taxis

Si queremos encontrar el problema en origen del sector del taxi y su incapacidad para adaptarse a los nuevos tiempos y la nueva competencia, más que al surgimiento de estas nuevas plataformas debemos remontarnos al inadecuado modelo de funcionamiento del sector del taxi, desde hace mucho tiempo y desde mucho antes de que surgieran las plataformas. Un sector basado en un mal modelo no puede dar un buen funcionamiento, al final ni para los propios taxistas.

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La administración no puede decir los taxis que tiene que haber

Hasta en la hemeroteca de Navarra Confidencial se puede encontrar un artículo de 2008 describiendo la inviabilidad del modelo actual del sector. A nadie se le ocurre que el ayuntamiento determinara por decreto el número de pescaderías que tiene que haber en Pamplona. ¿Quién sabe el número de pescaderías que hacen falta en Pamplona? La única manera de saberlo es dejar que la gente abra tantas pescaderías como quiera y que existan tantas como permita el número de consumidores de pescado de Pamplona. No hay otro modelo eficaz. Si la administración establece un número, salvo que casualmente sea el número preciso sucederá que o habrá más pescaderías de las que se puedan mantener, y entonces irían todas a la quiebra y habría desabastecimiento de pescado, o habrá menos de las necesarias lo que encarecerá los precios y creará un monopolio. Algo así es lo que ha sucedido en el mundo del taxi. Incluso aunque la administración acertara por casualidad con el número exacto de pescaderías en un momento dado, al momento después el número ya no sería válido. Eso por no mencionar que puede que sólo haya mercado para 100 pescaderías en Pamplona, pero quizá usted abra la 101 y triunfe porque trata mejor a los clientes, su local está mejor situado o sus precios y su mercancía son más competitivos. Tal vez sea la pescadería 87 la que desaparezca y no la 101. Nadie debería impedirle a nadie que abriera un negocio, menos aún con casi 4 millones de parados.

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El desastre de las licencias

Si la administración limita el número de taxis que puede haber, eso significa que para trabajar como taxista hace falta una licencia administrativa. En la existencia de estas licencias se encuentra el origen de buena parte del problema. Como para trabajar hace falta una licencia y el número de licencias es limitado, se ha generado a lo largo de los años una auténtica burbuja de licencias. En ocasiones, para trabajar como taxista hace falta comprar una licencia que llega a costar cientos de miles de euros. Al inicio de su vida laboral, la adquisisión de la licencia es absolutamente traumática para el taxista. Las licencias son por otro lado una auténtica muralla china para impedir el desarrollo del negocio del taxi, una barrera de entrada inexpugnable. Al final de su vida laboral la venta de la licencia es el plan de jubilación del taxista. ¿Cómo se le explica a un taxista que ha pagado cientos de miles de euros por su licencia que ahora va a tener que competir con gente que no ha pagado nada? ¿Cómo se le explica, si se dinamita el sistema por absurdo que sea, que la licencia que era su plan de jubilación ya no vale nada? La licencia es la solución del problema que ella misma crea, la pescadilla que se muerde la cola. El que ha pagado su licencia, que lógicamente defiende sus intereses y su inversión. Se alega que también hace falta una licencia para los kioskos y las farmacias. La realidad es que eso no demuestra que las licencias sean un buen sistema para los taxis, sino que los kioskos o las farmacias tampoco deberían disfrutar/padecer este sistema perverso e ineficaz de numerus clausus.

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El negocio para la administración

Existe un claro divorcio entre los intereses de los ciudadanos, incluso el de los taxistas, y el de la administración. Para la administración el absurdo sistema de las licencias es una jugosa fuente de ingresos. Por un lado porque ocasionalmente se pueden poner a la venta licencias, y por otra porque cada vez que se vende una licencia, que como decimos puede llegar a costar cientos de miles de euros, la administración se lleva el consiguiente y apreciable pellizco, como cuando se vende un piso. Y sin embargo, con un poco de visión, hasta la administración podría ver que lo que perdería por un lado lo ganaría por otro si hubiera más taxistas trabajando, cotizando y pagando. El mayor problema del cambio de modelo es la transición.

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Dos datos para la reflexión

Las estadísticas del INE incluyen el número de taxis existentes en España. Pues bien, el número de licencias en 2016 era de 70.223, mientras que en 1994 era de 72.072. sin embargo, en 1994 España tenía 39 millones de habitantes frente a los 46 de la actualidad. En Navarra, en 2016 había 456 taxis frente a los 393 de 1994. sin embargo, esto significa que en 1994 había en Navarra un taxi cada 1.348 habitantes y actualmente hay uno cada 1.403. A escala nacional, en 1994 había en España un taxi cada 548 habitantes y ahora hay uno cada 655.

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