Tú no conciertas, yo tampoco

Segregacionistas. Tal es el calificativo con el que la izquierda y el nacionalismo suele referirse en Navarra a la educación diferenciada. Evitan utilizar el término “discriminación” porque la UNESCO, así como los tribunales, ya han determinado que es falso. En realidad también es falso el término segregacionista que implicaría que los colegios de chicas, por ejemplo, impartieran una educación inferior a la de los chicos (o viceversa). El debate es tan absurdo como que no se subvencione a un club de fútbol porque segrega la plantilla por su sexo. Que un par de sentencias del Supremo hayan avalado que no se concierten un par centros diferenciados no aporta apenas elementos al debate teórico. No sólo es que las sentencias (con voto particular) contradigan sentencias anteriores o incluso incurran en contradicciones internas (si la diferenciada es discriminatoria, ¿por qué tolerarla en la educación privada?; si no lo es, ¿por qué excluirla de los conciertos?), es que tampoco los partidarios de desconcertar la educación diferenciada han esperado a esta sentencia para cambiar su postura. Es decir, que para ellos mismos han sido irrelevantes de cara a su postura las sentencias anteriores y malamente pueden pretender que no lo sea ésta por tanto para los demás. Otra cosa es que el gobierno central modifique y clarifique la normativa a resultas de estas sentencias para garantizar la libertad educativa. Ya metidos en harina, el gobierno podía encarar una reforma de la Justicia para garantizar su independencia. Basta ya de sentencias políticas.

Ahora se presentan dos escenarios

Uno es el respeto a la libertad en los conciertos. Un escenario en el que todos podemos sentirnos cómodos. El respeto a la libertad, de hecho es el modelo lógico, civilizado, respetuoso y democrático. El otro modelo consiste en concertar a los amigos y desconcertar a los “enemigos”. A su vez este modelo arroja dos posibles subescenarios. El primer escenario supone que el enemigo “desconcertado” es idiota, en cuyo caso se pueden desconcertar sus centros y esperar que él en cambio mantenga los conciertos con los nuestros. El segundo escenario supone que el enemigo desconcertado no es idiota y que si yo desconcierto sus centros él desconcertará los míos en represalia.

Donde no llegue la tolerancia, a ver si llega la inteligencia

De todos estos escenarios el primero es claramente el mejor. Es el más respetuoso con la libertad de todos pero además es el más inteligente, porque evita el conflicto y el desconcierto de los míos cuando gobiernen los otros. La alternativa por tanto es ser tolerantes e inteligentes o tontos. Por interés o por convicción la tolerancia es lo mejor.

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16 respuestas

  1. Buf.. el tema levanta pasiones.

    Yo creo que en este caso es donde más se nota la desconfianza que pesa sobre nuestra sociedad como una losa. Leí el otro día que España es uno d los países donde hay menor confianza interpersonal (con Portugal y Francia).

    Una parte de la gente está sospechando de la mala intencón de la otra parte. Y además, sentados ciertos términos ¡resulta que todos pueden tener razón para sospechar!: Todos quieren defender la libertad de la conciencia, pero consideran adoctrinar a lo que hace el otro (hacerlo en la creencia religiosa y una determinada concepción de la vida y la persona) y otros en la contraria.

    Las sentencias del TS, en vez de poner claridad en una cuestión discutible -como es la xxxx por género en la escuela concertada- parece que excita los ánimos y lleva al editorialista a sacar el hacha de guerra. Ugh!

    Si los españoles empleamos las leyes de nuestro parlamento, (mejorables y mutables) y las sentencias de nuestros Tribunales (sean o no jurisprudencia) para sentirnos cada vez peor en sociedad: más amenazados, más amenazantes, los unos contra los otros, en una espiral que lleva al «arrieritos somos» (que leo, apesadumbrado en el titular del Confidencial), entonces, no tenemos remedio: somos carne de guerra civil (llegue o no), de banderiza y de irrelevancia.

    Creo que, más allá de reformas legales, de PSOE o PP; de Merkel y BCE; de Bildu o Ortega, los españoles necesitamos urgentemente que necesitamos PARAR un momento, mirarnos a los ojos y tratar de establecer la MINIMA confianza que nos permita aceptar y cumplir con cívica espontaneidad normas que con toda seguridad no nos satisfagan al 100%; que muchas veces nos parecerán perjudiciales para nosotros, o para el común; que entenderemos un deber cívico tratar de cambiar aquí y allá, pero que tienen el papel de ser una referencia.

    MIentras la LOE sea vigente en su redacción actual, parece ser que los Tribunales están diciendo que los centros concertados, para serlo, no pueden diferenciar, segregar, discriminar por razón de sexo. La Ley podría decir otra cosa, pero lo cierto es que el estado sufraga SU modelo educativo (no el que cada uno escoja a la carta), y ese modelo, en españa, así como permite la enseñanza de la religión en la escuela pública y en la concertada, no permite la educación diferenciada ( y esto es lo que dicen esas dos sentencias del TS).

    Y lo hace porque el criterio de la Ley española es garantizar la igualdad en el acceso a la educación (art 80) y ello determina, respecto a los concertados (art 84,3) que diga:

    » 3. En ningún caso habrá discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.»

    La ley podría decir (como hace en Francia) que la escuela pública o concertada NO imparte doctrina religiosa. Perfectamente. Y no sería un ataque contra la libertad educativa. Sería el modelo de educación pública LAICA que propone, por ejemplo, UPyD. La religión, se enseña en las escuelas de religión, la enseñan los padres, la enseñan los ministros de la religión. La enseñanza púbica enseña el respeto a la religión como una dimensión más de la espiritualidad humana, pero no puede hacer suyos ninguno de tales contenidos, porque entraría inevitablemente en el terreno de la verdad particular de otros niños de distinta (o ninguna) religión.

    Esa es la peligrosa postura por la que opta una sociedad tan interesante como la norteamericana, en cuyos centros públicos NO se enseña ninguna religión. Es la solución que dieron los padres fundadores del país: unos fundamentalistas religiosos que huían de la opresión victoriana de la «iglesia oficial del estado». La mejor forma de permitir TODAS las religiones es sacarlas TODAS de la escuela. Pero me desvío del tema.

    La ley puede cambiarse, para matizarse, si una mayoría del Parlamento quiere hacerlo. Pero mientras tanto, debe cumplirse. Y no, por pagar impuestos no tenemos derecho a recibir la oferta educativa pública o con cargo al erario publico que escojamos «a la carta», como tampoco puedo pretender ir a la CUN con mi tarjeta sanitaria por el hecho de querer una atención que piense (por los motivos que sean) que es preferible. La sanidad pública, se dispensa en los centros de la red sanitaria pública, en las condiciones que determina la ley. Oiga, y nadie se hace el harakiri por no poder ir a parir en la CUN con su tarjeta de SNS, sino que se felicita por tener una sanidad tan buena. ¿Mejorable? Por supuesto, como nuestro sistema educativo, que cuenta con buenos centros, buenos profesores, muchos medios, amplia oferta, pero falla.

    Mantengamos la calma señores. El funcionamiento de los colegios concertados con educación diferenciada en Navarra evidentemente tendrán que optar -en un plazo razonable, no es cosa de «cerrar» a nadie, ni incumplir convenios- por mantener su oferta de forma privada, o amoldarse y abrir plazas a niños del otro sexo, cumpliendo la ley. Y no pasará absolutamente nada por eso, ni tampoco si se cambia la Ley.

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