Todos somos Iker (más o menos)

Las tragedias, ya sean una pandemia o una inundación, por la experiencia que vamos acumulando observamos que sirven a los que tienen el poder para dos cosas. Para usar a las víctimas y llamar asesinos a sus rivales, y para aprobar medidas excepcionales que limiten la libertad. Criminalizar a la oposición y limitar la libertad de expresión es empezar a imponer una dictadura. De hecho es ya casi tenerla terminada. Aún no estamos en ese punto porque todavía podemos denunciar y protestar, pero el gobierno está usando todo su poder y todos sus terminales para acabar con los focos de denuncia que todavía perduran, ya sin ningún disimulo. Iker Jiménez y su programa son el último objetivo elegido. ¿Por qué Iker Jiménez? Por tres motivos. Porque sus programas tienen mucha audiencia. Porque su público es bastante transversal. Y porque cortando la cabeza de Iker Jiménez mandan un mensaje a las cabezas de todos los demás.

¿Todos somos Iker Jiménez? Bueno, no. No asumimos todo lo que pueda decir o pensar iker Jiménez. Habrá cosas suyas con las que estemos de acuerdo y cosas con las que no. Pero en este momento preciso y en esta batalla concreta es que no se trata de estar con Iker Jiménez, sino de estar con la libertad.

Frente a la inacción del gobierno central, Iker Jiménez tuvo la osadía de plantarse con su equipo en los primeros momentos tras la riada en las localidades más afectadas. Por un lado movilizó mucho ayuda hacia esas localidades, y por otro puso voz a la situación de esas víctimas. Todo aquello resultaba incómodo para el gobierno, empeñado en no adoptar ninguna medida ni entregar ninguna ayuda que no se le pidiera. ¿Por qué Pedro Sánchez mantenía esta actitud? En parte porque quería trasladar toda la responsabilidad de lo ocurrido al gobierno autonómico. Así que mejor no involucrarse. No hay forma de salir sin mancharse de una tragedia con más de 200 muertos. Por otro lado porque cada cosa que el gobierno hiciera tenía que poder decir, para excusarse llegado el caso, que se le había pedido que la hiciera. Era la forma de lavarse por completo las manos en todo el asunto. Por supuesto mientras tanto las victimas quedaban abandonadas, pero Pedro Sánchez nunca aborda algo en términos de crisis humanitaria, sino en términos de crisis política. Sólo le interesan las consecuencias políticas. O al menos actúa como si sólo eso le importara. Lo malo es que hubiera alguien sobre el terreno poniendo voz a la gente que estaba siendo abandonada por el gobierno, alguien como Iker Jiménez. Por eso ahora el gobierno con todas sus cacatúas mediáticas trata de cobrarse esa pieza y establecer la omertá sanchista.

Hablando de cacatúas mediáticas, resulta irónico que a Iker Jiménez, de entre toda la valiosa información que proporcionó en medio de la confusión inicial, se le esté reprochando una información sobre la posible existencia de fallecidos en el interior de un gran parking inundado en Bonaire. La ironía es que todas esas cacatúas mediáticas, citando sus propias fuentes, ofrecieron esa misma información por la que ahora piden la cabeza de Iker Jiménez.

Debemos ser conscientes de que a un medio no se le calla diciendo que es por ser crítico con el gobierno, hay que vender la censura de una manera más inteligente. Es por ello que asistimos a una incomensurable campaña en virtud de la cual se nos dice que estamos siendo víctimas de la difusión de una gran cantidad de bulos. Si el gobierno intenta vendernos que quiere acabar con la libertad de expresión, es difícil vender esa mercancía, pero si nos dice que quiere luchar contra los bulos, eso ya es otra cosa. ¿Acaso hay alguien que esté a favor de los bulos? El problema es que el mayor difusor de bulos de España es el propio gobierno, y que los señalados como emisores de bulos para ser represaliados son sólo aquellos medios, periodistas o influencers críticos con el gobierno.

En esta gran campaña contra la libertad, en la que se pretende construir un país en el que sólo se pueda alabar al gobierno, llama la atención no ya el entusiasmo del propio gobierno por construir un régimen autocrático, sino el entusiasmo de todos los medios afines al gobierno por ayudarlo en ese empeño. No son periodistas, son meros recitadores a sueldo del gobierno. Los socios de Sánchez también se han lanzado en plancha a favor de la destrucción de la libertad de expresión en España. Tampoco esto puede resultar extraño, ya que todos los socios de Sánchez son o fugados de la justicia, o indultados por Sánchez, o golpistas, o malversadores, o secuestradores, o partidarios de Castro y de Maduro. ¿Cómo van a estar a favor de la libertad y de la verdad todos estos sujetos?

De esta no salimos más fuertes, sino menos libres. Cada nueva desgracia o crisis que nos azota es sistemáticamente usada por el gobierno para hacerse más autoritario y para amordazar las voces disidentes. No es que todos seamos Iker, es que después vendrán también a por nosotros. Lo que se penaliza no es la mentira, sino las verdades incómodas. Puedes equivocarte, mentir o “cambiar de opinión” todo lo que quieras, siempre que lo hagas al lado correcto de la subvención y del muro. Claro que tenemos que estar atentos a las alertas rojas climatológicas, pero lo que tenemos delante es una gran alerta roja democrática de la que una gran parte de la población española todavía no parece consciente. No esperemos a atender esa alerta a cuando el daño no sólo esté ya hecho, sino que por eso mismo sea ya difícilmente reversible.

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