Todo pese a declarar la «alerta antifascista»

El 2 de diciembre de 2018, ya transcurridos los horarios habituales de cena en la España peninsular, el líder de la formación comunista PODEMOS (actual vicepresidente del gobierno central), Pablo Iglesias, dijo declarar la «alerta antifascista«.

Por primera vez en la historia de la política española, VOX había irrumpido en instituciones políticas. En este caso, nos referíamos a la cámara parlamentaria autonómica andaluza, donde logró entrar con unos doce escaños.

Obviamente, esto desesperó a las hordas marxistas (aparte de otras clases de progres, en mayor o en menor medida). Estaba empezando a tener relevancia una formación que, de una u otra forma, cuestiona los dogmas de la corrección política impuesta por estos.

El caso es que ese mismo que en tiempos anteriores a la fundación del partido PODEMOS hablaba de llevar a cabo «cacerías de fachas» en Segovia se dispuso a invocar a los distintos grupúsculos de ultraizquierda y a determinados lobbies a perpetrar un feroz asedio callejero.

Con ello, puede decirse que se hizo una mayor gala de la violencia e intolerancia que caracterizan a estos revolucionarios. Bueno, mejor dicho, han corroborado su habitual actitud totalitaria a lo largo de la historia, no solo en España.

Hablamos de ese mismo frentepopulismo que, durante la Segunda República demostró una feroz hostilidad hacia el disidente así como hacia los católicos españoles, sembrando un caos que dio lugar a una Cruzada de Liberación en defensa de la Hispanidad Católica.

No obstante, del mismo modo que no dudan en ser tan malévolos y agresivos como estimen oportuno para implementar cierta «verdad oficial», tampoco tienen reparos en pasar del envalentonamiento matón al victimismo más retorcido.

Recoger lo sembrado es un motivo de llantina

Pese a una constante intimidación, emprendida por todos los medios, en este año 2020, alguno que otro ha empezado a perder ese miedo a dejarse ver que calaba en la derecha sociológica española, tan acomplejada y esnobista ella.

Veíamos, en el mes de mayo, cuando aún seguíamos en la primera edición del secuestro político perpetrado con el pretexto sanitario que de sobra conocemos, alguno que otro tuvo el valor de protestar en las inmediaciones del casoplón de los Ceauçescu de Galapagar.

Esas movidas previamente mencionadas han venido reiterándose durante un tiempo (pese a los amedrentamientos de Iglesias-Montero y a los movimientos de la NKVD de Marlaska). Pero parece que no han sido los únicos episodios de los últimos tiempos.

En el día de la víspera de la festividad del apóstol Santiago, patrón de las Españas, hubo un par de acontecimientos de desesperación ante algunos políticos vinculados a la que viene a ser la filial española del régimen narcocomunista venezolano.

En Toledo, varios trabajadores del sector de la tauromaquia recibieron mediante protestas a la ministra de Trabajo, la comunista Yolanda Díaz, mientras que, en un bar de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), la presencia del ideólogo Monedero no resultó muy agradable a algunos presentes.

Ciertamente, las formas no fueron acertadas en su plena totalidad, pero se está reaccionando, por el otro lado, con un victimismo surrealista (más que desproporcionado). No tiene sentido afirmar una «homofobia» contra Monedero cuando este ni siquiera tiene esa orientación sexual.

Por otro lado, no tiene sentido que se dediquen, automáticamente, con la colaboración de ciertos equidistantes y tontos útiles, a intimidar a los votantes de VOX (llegan a sugerir que todo esto está instigado por estos) cuando ellos hablaban de «jarabes democráticos».

Lo cierto es que cada vez que hablan, sube el pan

En vistas de lo anterior, podemos decir que los lúmpenes comunistas necesitan, por un lado, imponer una «verdad oficial» por la fuerza; por otro, victimizarse y autoflagelarse para asegurar credibilidad, pese a ir de matones envalentonados.

De todos modos, lo más importante a destacar es que estas «presuntas víctimas» no dejan de causar desesperación en tanto que están tratando de agravar una crisis económica que ya se está poniendo de manifiesto.

Aunque haya aún mucha gente con el Síndrome de Estocolmo (confianza en el intervencionismo económico, en el problemático estatismo) y engaños ilusorios por medio de «paguitas», más de uno está preocupado, ante el riesgo de perder su empleo o de ver cómo su negocio cae completamente.

Con el pretexto de la pandemia y el estrangulamiento económico que se ha llevado a cabo, los niveles de desempleo han aumentado (en consecuencia, las dificultades para llegar a fin de mes han sido mayores). Y como se puede obviar, a la dictadura posmoderna de Moncloa solo se le ocurre obstaculizar más.

En relación de lo anterior, dicho sea que Yolanda Díaz no es menos (recordemos cuando propuso que no se restableciera la actividad de la hostelería, la restauración y el turismo hasta las Navidades del presente año). Y ya saben qué proponen: restricciones en el mercado laboral, deuda, nuevos impuestos…

Por cierto, recordemos que al mismo tiempo que se nos ha secuestrado con el pretexto de un virus, han aumentado problemas cardiológicos como los infartos y psiquiátricos como la ansiedad, la depresión y los intentos de suicidio. Por la economía, hosteleros sevillanos se han suicidado.

No conviene dejarse engañar; tampoco renunciar a la batalla

No todos los métodos van a servir en la misma proporción, pero no caigamos en la trampa de la propaganda victimista de los lúmpenes. Esta gente habría sembrado lo recogido, y conviene no renunciar a la buena batalla activista, formativa e intelectual contra el malévolo socialismo.

P.D.: Recordemos la connivencia de estos sujetos de la extrema izquierda con los nacionalistas periféricos gallegos, vascos y catalanes.

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