Hace un par de semanas publicábamos una entrada hablando de una cosa muy rara con un nombre muy feo llamada “reduflación”. No paramos de oír hablar de la inflación, lógicamente pues es un problema en este momento de primera magnitud, pero en cambio raro es oír hablar de la reduflación, que es una variante de la inflación como la Omicron, que por desconocida puede dar negativo en nuestros test de alarma económica mientras nos destroza.
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La reduflación es a fin de cuentas un reverso de la inflación, consistente en que el vendedor, al que le han subido los costes un 10%, en vez de repercutirlos con una subida del 10% en el precio decide reducir un 10% la cantidad de producto. Si a un paquete de arroz de 500 gramos le subimos el precio un 10% le llamamos inflación, si le quitamos 50 gramos manteniendo el precio lo llamamos reduflación, y si le subimos el precio un 5% y le bajamos la cantidad un 5% le llamamos ( es broma) Deltacrón.
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El caso es que entre las pocas personas que hayan escuchado alguna vez hablar de la reduflación puede haber quien piense que se trata de una amenaza hipotética que no va a llegar a observar, pero no. Hemos estado atentos a las redes sociales para detectar posibles casos de reduflación en España y ya los empezamos a observar con una cierta profusión.
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Seguro que los “cabezas pensantes” de @Mercadona tienen alguna repuesta ingeniosa a este atraco!@agarzon @consumogob @Yolanda_Diaz_ pic.twitter.com/XH0fLrYvBU
— KARL (@JusticieroXX) April 20, 2022
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Alguien podría pensar a la vista de los ejemplos anteriores que se trata de una práctica particular de una determinada marca, aunque muy importante, pero no. Como decíamos los ejemplos empiezan a proliferar.
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@PG_Espana @consumidores misteriosamente han desaparecido 60 ml. de este producto #reduflación. Nos toman por imbéciles. pic.twitter.com/GRGdYSlYBB
— Adrià (@advalls) April 13, 2022
Resulta por tanto conveniente empezar a vigilar los envases de los productos que consumimos habitualmente y familiarizarnos con este término de nombre feo y extraño que además tiene efectos adversos para el consumidor. No se trata sin embargo de una práctica empresarial inspirada por la maldad. Como decíamos está produciéndose este fenómeno, como por otra parte es lógico, en un contexto de severa inflación. Las empresas no tienen más opciones que aguantar el tirón -si pueden- sujetando los precios al consumidor aunque aumenten sus costes, repercutir el precio, reducir las cantidades o un mix de todo ello.
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Recurríamos en la entradilla a la expresión latina “utrimque roditur” (por todas partes me roen), convertida en divisa de su escudo por el Príncipe de Viana. El ciudadano español puede decir con toda justicia otro tanto porque entre los precios, los impuestos y ahora la reduflación estamos roídos por todos lados.
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