Su magnanimidad Pedro Sánchez

El catecismo político de Iván Redondo, explicitado por él mismo en algunas ocasiones, indica que a los electores no les mueve principalmente la razón, sino el sentimiento. Desde luego esto es algo que la izquierda conoce bien desde mucho antes de Iván Redondo, (los que cuestionaban el diálogo de Zapatero con la ETA era “enemigos de la paz”), pero en lo que el jefe de estrategia política de Pedro Sánchez incide sin disimulos. El problema es que abusar de los mismos trucos todo el tiempo acaba por desgastarlos. De todos modos, el PSOE repite ahora a través de todos sus altavoces políticos y mediáticos que hay que indultar a los golpistas por una cuestión de magnanimidad. Hasta ayer la palabra clave era concordia. O estás a favor de los indultos o no eres magnánimo. Los que se oponen al gobierno son rencorosos, inhumanos, crueles y vengativos. Iván Redondo en estado puro.

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Para no perder la perspectiva en todo este asunto conviene recordar que el gobierno social-podemita de la concordia y la magnanimidad es el mismo que sacó de su tumba a Franco o amaga con derruir la cruz del Valle de los Caídos. O el que le quita al aeropuerto de Murcia el nombre de Juan de la Cierva, inventor del autogiro (padre del helicóptero) pero sospechoso de colaborar con el Alzamiento. Pero sobre todo, para no dejar de hacer pie con la realidad, lo que es preciso recordar es que el motivo de que Pedro Sánchez quiera indultar a los golpistas catalanes en bloque, arrepentidos o no, amenazando con volver a dar un golpe o no, no es la magnanimidad o el amor a la concordia sino que necesita los votos del separatismo golpista catalán para poder terminar la legislatura. Los términos reales de la ecuación no son o indultos o resentimiento, sino indultos o Falcon.

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Podría pensarse con amplio fundamento que el PSOE es el partido que mayor amenaza supone para el estado de derecho y la democracia en estos momentos. Vaciar de eficacia las resoluciones judiciales es al mismo tiempo vaciar la democracia y el estado de derecho. Vaciar de eficacia a los parlamentos y crear instituciones alegales paralelas y no representativas, como la mesa de diálogo entre los separatistas y el gobierno social-podemita, es otro atentado de primer orden contra la democracia. Reformar el Código Penal para que los golpistas puedan reincidir impunemente es otro atentado contra la democracia y la nación imposible de ignorar. Tras los indultos a los golpistas, como para reclamar a Europa que nos entregue a Puigdemont, o a los futuros golpistas fallidos que huyan al exterior. Si Pedro Sánchez simplemente compareciera en una rueda de prensa para quemar una bandera de España o quemar un ejemplar de la Constitución podría quedarse en algo más o menos sorprendente y escandaloso, pero simbólico. Todo lo anterior sin embargo son ataques reales y profundos a la línea de flotación del estado democrático.

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La carta publicada por Junqueras, sin ir más lejos, no es la carta de Junqueras sino la carta de Pedro Sánchez. No podemos ser ingenuos. Este tipo de documentos se pactan entre los partidos antes de que se publiquen. Cada coma de la carta de Junqueras está consensuada con el PSOE. Cuando Junqueras habla de una “nueva Generalidad republicana” es que ha pactado con Sánchez una especie de soberanía paralela con el estado. Cuando Junqueras dice que “tres cuartas partes de la ciudadanía de Cataluña defiende que la solución al conflicto político existente se resolverá votando en un referéndum. No podemos negar la realidad, nadie. No podemos actuar como si estos consensos no existieran. Nadie”, esto no lo está diciendo en un texto consensuado sólo Junqueras, lo está diciendo también Pedro Sánchez, y de hecho es lo ya hace tiempo ha reconocido y defendido públicamente el PSC del ahora ministro Miquel Iceta.

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Cuando en su carta Junqueras dice que “hoy seguimos creyendo que la mejor vía para hacerlo, como siempre hemos defendido, es la vía escocesa”, cada una de esas palabras consensuadas ha sido comprada a su magnanimidad Pedro Sánchez junto con los indultos a cambio de los votos de Esquerra para mantenerse en la presidencia.

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Cuando Junqueras dice que “la mesa de diálogo y negociación entre gobiernos es un éxito en sí misma porque abre un espacio para la potencial resolución del conflicto”, y que “los conflictos políticos que se acaban resolviendo lo hacen, tarde o temprano, alrededor de una mesa donde todas las partes exponen libremente sus posiciones”, tenemos que volver a recordar que sin duda esto es un texto pactado con el PSOE, no una ideación personal del líder de ERC, por tanto la mesa de diálogo extraparlamentaria, al margen de las instituciones, en la que no estamos representados todos, en la que no hay transparencia, en la que se debate y se crea una institucionalidad paralela, es una hoja de ruta pactada con Sánchez.

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Magnánimos sí, tontos no

La magnanimidad no es lo opuesto a la justicia. Ser magnánimo no significa que haya que poner a los violadores o a los terroristas en la calle. Tampoco a los corruptos, los evasores fiscales, los malversadores o a los narcotraficantes. Se puede ser magnánimo con un ladrón concreto, por una serie de circunstancias particulares, no con todos los ladrones en general. Se puede ser magnánimo cuando la persona que se beneficia de esa magnanimidad ha dejado de ser una amenaza, lo contrario no es magnanimidad sino insensatez. Y por supuesto el magnánimo es alguien que no actúa en interés propio o a cambio de un precio, sino por bondad. El PSOE pretende cuestionar que sean magnánimos quienes se oponen a los indultos, pero los que apoyan los indultos no cabe duda de que no son en absoluto magnánimos y que el intercambio entre indultos y vía escocesa a cambio de la presidencia del Gobierno de España es, además de una traición, una mera transacción comercial, en la que no juega ningún papel en absoluto la magnanimidad. Si sacando el sillón de Sánchez de la ecuación no hay indultos eso no es magnanimidad, eso es vendernos a todos por ese sillón.

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