Sociedad ¿machista?

Lamentablemente resulta habitual ver víctimas de una sociedad insegura, la cual es fomentada por disvalores propios de una cultura tendiente al descarte del otro; en forma constante aparecen mujeres que padecen el menoscabo en su integridad a manos de una persona inadaptada, a lo que se acompaña una prensa sensacionalista que, lejos de indagar en las causas reales de la violencia, cae en los errores propios de toda ideología. Ante esto es interesante poder indagar si efectivamente existe una sociedad “machista”; entiéndase, existen en forma fáctica personas que asumen un menoscabe al sexo opuesto, pero el debate debe considerarse si la sociedad “es” tal como la presenta la hegemonía progresista. Quien esté en las antípodas de la izquierda cultural suele ser reaccionario a la utilización de vocablos propuestos por el espectro feminista para el habla vulgar de las personas, pero ocasionalmente, ante ciertos y lamentables infortunios, se abre un nuevo debate en relación a la vigencia de una supuesta cultura machista que atraviesa a la sociedad contemporánea.

En rigor de verdad, a lo largo de la historia uno puede encontrar fornicarios, lascivos, misóginos, trastornados mentales, delincuentes y cuanta persona ruin uno quiera buscar. A mayor cantidad de población más difícil se vuelve su control (en principio y sin considerar la raíz moral de dicha comunidad) permitiendo que en el anonimato se multiplique la crueldad de algunos seres humanos; ciertamente el anillo de Giges sería la prueba fundamental para corroborar el deber moral propio de cada uno. Pero no se siguen en forma lógica que la existencia de un hombre, o grupo de hombres, que revistan una actitud de menoscabo a la mujer implique que la comunidad que los contiene sea machista, o al menos no en principio; véase que un cuerpo humano tenga una determinada enfermedad, pero sería falaz decir luego que el cuerpo humano es una enfermedad. Generalizar a partir de un fenómeno, siendo que las estructuras y la propia cultura repelen tan suceso, es cuanto menos un error intelectual (si es que no hay malicia en el agente que emita un postulado tan falaz).

Hablar de “machismo” en términos culturales, económicos y políticos implicaría asociar una idea deplorable con la esencia de la sociedad occidental cimentada en la cristiandad, el derecho natural y la moral perdurable. Machista sería la sociedad donde esencialmente los hombres estuvieran de acuerdo con la denigración a la mujer (acoso callejero por citar un ejemplo entre tantos posibles); a eso debería sumarse un poder político que no castigara tal menoscabo mientras protegiera la incolumidad del hombre; así mismo, tal sociedad debería contar con la anuencia de los medios de comunicación que fomentaran el ataque a las mujeres y los centros educativos formaran al hombre bajo una visión de superioridad sobre el sexo opuesto. Uno pensaría que es ridículo que existan tal estructura de poder que imponga una jerarquía artificial de una determinada calidad emergente del humano (el sexo) por sobre otro.

Mientras el relato ideológico realiza una burda propaganda masiva que pretende exponer a Occidente como una sociedad machista, cualquier individuo puede estudiar, e incluso vivir en carne propia, la presión del progresismo feminista (como principal foco ideológico), el cual es más que una mera expresión cultural.

Podría considerarse aquellos discursos que ven en el feminismo una alternativa superadora al machismo, o incluso quienes creen que machismo y feminismo son ontológicamente idénticos. Uno comprende que quien compara feminismo con machismo suele ser alguien muy bien intencionado, preocupado por una equidad entre las personas temiendo que alguna jerarquía impuesta artificialmente altere el orden espontaneo de la sociedad. Pero es prudente aclarar que el feminismo ha expuesto en forma explícita su agenda sobre los campos económicos (economía con perspectiva de género), jurídicos (ruptura del principio de inocencia para el hombre, aborto legalizado pretorianamente, creación de fueros especiales), políticos (ley de cupo, financiamiento a programas feministas, censura a disidentes), mediáticos (hegemonía del discurso), educativos (control de los programas de educación) y culturales (imposición de significantes en el habla cotidiana, control del campo simbólico). Esto demuestra que la estructura de la sociedad actual, lejos de ser “machista” es marcadamente feminista, pero ha de agregarse una comparativa extra. Si una mujer fuese acosada en la vía pública, cabría preguntarse cuál es la respuesta mayoritaria; ciertamente no habría ningún campo premencionado avalando tal barbarie, sino que, muy por el contrario, la parte sana de la sociedad estaría de acuerdo en brindar un castigo ejemplar que sólo era posible en tiempos pretéritos.

Por todo lo expuesto es que uno se compadece y solidariza con toda mujer que sufre un acto de menoscabo en su vida íntima, pero siempre es oportuno aclarar que “machismo” es un concepto inviable en la sociedad actual ya que no existe un solo aparato de poder que legitime lo ruin de algún trastornado merecedor de penas ejemplares. Es lamentable tener que reconocer que el feminismo avanzó tanto que al día de hoy hay personas que, lejos de reconocer la diferencia entre un delincuente y una sociedad que legitima la delincuencia, terminan hablando de “sociedad machista” como si fuera un concepto válido.

Por Horacio Giusto Vaudagna

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