Socialismo y muerte

Venezuela es el ejemplo perfecto de aquello en que se puede convertir un país, incluso un país rico, cuando se aplican a conciencia las políticas del recetario ortodoxo socialista. Desabastecimiento, hambre y por supuesto dictadura. Antes del desastre Venezuela era el modelo referencial para los políticos de la extrema izquierda española, el lugar del mundo en el que se iba a demostrar que otro sistema y otra política era posible. Los líderes de Podemos tenían a Venezuela y a Chávez constantemente en la boca durante sus discursos, viajaban a Venezuela, cobraban del gobierno venezolano. No veremos imágenes de los líderes de Podemos con banderas españolas, pero encontraremos todas las que queramos de ellos con banderas venezolanas. Actualmente, a la vista del colapso político, social y económico, los líderes de Podemos se reafirman en las políticas comunistas, pero se desentienden de sus consecuencias. No obstante, siguen apoyando a Maduro, su dictadura y la violencia de Maduro contra el pueblo venezolano. En España hay concentraciones a favor y en contra de Maduro. A las concentraciones en contra de Maduro van los venezolanos que viven en España. A las concentraciones a favor van los simpatizantes de Bildu y Podemos.

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El venerado Chávez fue un golpista, además un golpista fracasado, pero es bien sabido que la extrema izquierda es complaciente con los golpes de estado y las dictaduras cuando son de extrema izquierda. Después nos vendieron a Chávez y al chavismo como un movimiento demócrata porque llegaron al poder ganando unas elecciones. Lo que pasa es que cuando uno llega al poder a través de unas elecciones no demuestra ser un demócrata, eso es algo que se demuestra cuando las pierde. La prueba del nueve es tener el poder, que haya elecciones, que sean limpias, que se pierdan y que se ceda el poder. En cuando el chavismo y el sucesor de Chávez, Maduro, perdieron unas elecciones al parlamento, se demostró que no eran demócratas. Maduro le quitó el poder a ese parlamento y creó otro a su gusto. Ya nada desde entonces en Venezuela es creíble ni democrático. El golpe de estado fue ése. El chavismo es una tiranía y Maduro un dictador como poco desde aquel día. O más bien lo fue siempre, sólo que no quedó demostrado hasta ese día.

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Dicho todo lo anterior ahora resulta curioso ver las reacciones de la extrema izquierda española a la represión que Maduro está desatando contra el pueblo venozalano, carente de comida, de medicinas, de electricidad y de libertad. Sirva como ejemplo Pepe Mújica, expresidente de Uruguay que se nos presenta en los medios de izquierda como un abuelito entrañable, sabio y ponderado, que vive en una humilde casita reflexionando sobre los males que padece la gente a causa del capital. ¿Qué sucede cuando se le pregunta por la gente hambrienta de Venezuela contra la que Maduro lanza sus vehículos blindados para atropellarlos? Por supuesto el abuelito entrañable lo justifica, declarando “no hay que ponerse delante de una tanqueta”, y que “el que sale a la calle se expone”. Después trató de arreglarlo parcialmente en una declaración posterior, pero el hecho cierto es que ya lo había justificado y fue lo que dijo antes de que le llovieran las críticas.

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https://www.youtube.com/watch?v=USYYR2lLmwA

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Mucho más cerca, entre los muchos ejemplos que podrían ponerse pero todos ellos en la misma línea, resulta llamativo el de la inefable Laura Pérez. Naturalmente para la ex líder podemita en Navarra la gente aplastada por las tanquetas de los comunistas son golpistas y antirevolucionarios que merecen ser brutalmente reprimidos. El pueblo son las tanquetas chavistas, no la gente hambrienta y desesperada aplastada por ellas.

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Curiosamente, hace escasas semanas Laura Pérez retuiteba un mensaje en apoyo de los chalecos amarillos en Francia, citando la sentencia de que “quien siembra el hambre recoge la cólera”. Una frase magnífica que podrían tatuarse los habitantes de todas las dictaduras comunistas presentes y pasadas. Pero claro, ya vemos que la militancia ultraizquierdista viene con dos varas de medir distintas incorporadas de serie, y que las penurias de la gente sólo le importan a los ultraizquierdistas allá donde no gobierna la ultraizquierda. Por otro lado ya sabemos que donde está justificada la violencia y el pueblo se muere de hambre y carece de los más básico es en Francia, no en Venezuela.

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3 respuestas

  1. El socialismo-comunismo es el mayor mal del s.xx. Por favor, estamos a tiempo. Ilegalicemos esas siglas desfasadas.

    Como apunte cabe destacar que la diferencia entre las dictaduras de derecha y de izmierda radica en la prosperidad. Ojo, prosperidad económica. No hay bienestar, porque no hay libertad y es autoritaria al igual que las socialistas. Pero recordemos que Franco murió en la cama porque la gente podía prosperar. ¿Y Pinochet? En Chile, los buenos resultados económicos de hoy en día son herencia de la dictadura.

  2. Excelente artículo. Es lo mejor de lo mejor que he encontrado en los medios, pues los articulistas suelen ser de medias bastante homogeneos en el proclive arte de posar de hipócritamente correctos a que nos han sometido los comunistas europeos. Bien lo afirmó el otrora profeta comunista tropical, Fidel Castro: «El comunismo y el socialismo son lo mismo», y tenía toda la razón, por eso no se encuentra sentido en permitirle a esa enfermedad autoinmune del alma, que es el comunismo, que se siga camuflando con nombres perniciosos tales como, progresismo, socialismo, chavismo, santismo, veganismo, vaginismo, madurismo, iglesismo o catedralismo por aquello del chaletón, ideología de género, PSOISMO, Podemismo, masoquismo, sadomasoquismo y demás.

  3. Un aporte de Sir Winston Churchill para la historia y para que no nos perdamos del contexto de esta frase célebre, que tras observarla, notaremos que desde entonces nada ha cambiado: «Intentar mantener buenas relaciones con un comunista es como cortejar a un cocodrilo. Cuando abre su boca, no puedes decir si está intentando sonreír o preparándose para engullirte».

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