Socialismo o clases medias

Una persona que apuesta por una economía de libre mercado el fuero interno de cada individuo no debería de hablar de clases sociales. Utilizar el lenguaje del enemigo, del rival, no siempre resulta lo suficientemente conveniente.

A modo de recordatorio, uno debe de tener en cuenta que, constantemente, desde los tiempos decimonónicos, los socialistas, los izquierdistas, procuran enfrentar a las personas constantemente, de modo que haya un caos suficiente para alcanzar el poder.

El nivel de renta, los metros cuadrados de la vivienda, la raza, la orientación sexual, las creencias, el origen geográfico, la categoría profesional, el nivel de formación, el sexo biológico… Se estima que hay que vivir bajo una conflictividad permanente.

Ahora bien, quienes dicen no defender a «las clases altas» hacen justamente lo contrario. Inciden constantemente en la «necesidad» de «pensar en las personas», de «tener empatía», de «combatir las diferencias» y de defender a las «clases trabajadoras».

Todo lo anterior vende muy bien, pero en la práctica no es así. Digamos que son ellos los peores enemigos de aquellos a los que dicen defender, con independencia de que nos refiramos a ellos como «clases medias» o «gente trabajadora».

La «clase baja» como ideal de humillación

La dignidad de la persona no tiene ninguna excepción. Un católico ha de partir del principio de universalidad, asumiendo que todos los seres humanos que hemos venido habitando en el Planeta Tierra somos hijos de Dios.

Por eso mismo, no hemos de despreciar a quienes ellos llaman «clase baja», que vienen a ser quienes tienen unos niveles de renta que no superan el primer cuartil, con independencia de su estado familiar (soltería, nupcialidad, mantenimiento de descendencia…).

Pero el aprecio no implica entrar al trapo. Ellos, en la práctica, tienen interés en que una persona tenga dificultades para encontrar un empleo, ver suministradas sus necesidades básicas o recibir más dinero al mes en su cuenta corriente.

Ven un problema en que alguien pueda trabajar por cuenta ajena o con éxito, desarrollándose y adquiriendo capacidades para tener acceso espontáneo a las distintas oportunidades que se ofrecen en el orden natural y en el mercado.

Les conviene que alguien sea esclavo del poder político. No creen tampoco en la unidad de soporte que se ve en la familia ni en una sociedad que, por medio de los cuerpos intermedios (parroquias, comunidades vecinales…) pueda ayudar a quien lo necesita.

El miedo te hace esclavo, pero la imposibilidad de tener una mayor libertad de oportunidades también lo hace. No te quieren estancado tampoco, sino ahogado y manipulado. De hecho, por ahí van algunos tiros de su escepticismo hacia la propiedad.

¿Debemos de hablar de «clase media»?

Es obvio que la clase media tiene mayores facilidades para disfrutar de un rango de cosas mucho más amplio con respecto a quienes tienen muchísimos menos recursos en su día a día (nadie habla del producto de lujo tal cual).

A medida que vamos consolidando una amplia capa de personas de «clase media», vamos generando una sociedad cada vez menos dependiente de distintas categorías de ayuda -que no necesariamente tendría que ser estatal.

Para el planificador, es todo un sufrimiento que una persona tenga una casa en propiedad, uno o varios automóviles, un margen mayor para pagar colegios o universidades privadas, facilidades para pedir una «segunda opinión médica»…

Conceptos como el ahorro y la inversión son tabúes a superar por parte de ellos. Rendimientos económicos que puedan beneficiar al fuero interno familiar y al resto de la sociedad son una amenaza para quienes creen que hay que subordinar la acción humana.

De todos modos, a la hora de hablar, nuestro deber es, simplemente, entender que existen diferencias naturales que, por sí mismas, no impiden a nadie prosperar. El problema es cuando se desea que todos seamos igual de pobres.

Igualmente, para cerrar, cabe indicar, que si bien es evidente que todo estudio y análisis de datos requiere de una clasificación categórica, no es necesario utilizar su lenguaje a la hora de reconocer diferencias de renta. Su lenguaje es totalmente instrumental.

Compartir este artículo

CLAVES EN OPINIÓN

  • Navarra Confidencial no se responsabiliza ni comparte necesariamente las ideas o manifestaciones depositadas en las opiniones por sus lectores. Cada usuario es único responsable de sus comentarios
  • Los comentarios serán bienvenidos mientras no atenten contra el derecho al honor e intimidad de terceros, puedan resultar injuriosos o calumniadores ,infrinjan cualquier normativa o derecho de terceros , empresa, institución o colectivo, revelen información privada de los mismos, incluyan publicidad comercial o autopromoción y contengan contenidos de mal gusto.
  • Se procurará evitar en lo posible los comentarios no acordes a la temática publicada
  • Navarra Confidencial se reserva el derecho de eliminarlos

Información sobre protección de datos

  • Responsable: Navarra Confidencial
  • Fin del tratamiento: Controlar el spam, gestión de comentarios
  • Legitimación: Tu consentimiento
  • Comunicación de los datos: No se comunicarán los datos a terceros salvo por obligación legal.
  • Derechos: Acceso, rectificación, portabilidad, olvido.
  • Contacto: info@navarraconfidencial.com.
Logo_Positivo.webp
Logo_Positivo.webp

Suscríbete a nuestro boletín