En las elecciones legislativas neerlandesas del año pasado, en las que ganó el liberal Mark Rutte -por un supuesto voto de confianza al impedir que se hiciera campaña por Erdogan en su país- y el derechista liberal Geert Wilders logró posicionarse como la segunda fuerza política holandesa, hubo hechos significativos.
Como todos sabemos, los Países Bajos son uno de tantos países de Europa Occidental que sufren un considerable riesgo de islamización, ante una política pro-multiculturalista que no resulta extraña en un país donde el relativismo moral es la norma absoluta.
Pues bien, esto también llegó al parlamento. Pero no me refiero a las razones para votar a Wilders, sino al hecho de que un partido musulmán, fundado por turcos y llamado DENK, lograse tres escaños con alrededor de doscientos dieciséis mil votos (casi la población de Tilburg, 6ª ciudad más poblada).
Es más, este partido obtuvo en las elecciones municipales que se han celebrado este mismo año 3 escaños en el consistorio de Amsterdam y 4 en Rotterdam, ambas las dos ciudades más habitadas del país neerlandés.
Algunos estarían y seguirán si eso con la venda en los ojos, o dispuestos a seguir promoviendo el multiculturalismo, cuyo fracaso es más que evidente, y pone en riesgo la libertad de los europeos. Pero ellos lo tienen claro, y ven la democracia como una vía de ascenso para con sus reivindicaciones.
El caso es que el líder de ese partido que tampoco reconoce y condena el genocidio armenio, Tunahan Kuzu, ha invitado a todos aquellos que se opongan a que viva gente de diversas culturas en Holanda a abandonar el país.
Una vez dicho esto, hay que ser consciente de que los islamistas buscarán todos los medios posibles para alcanzar su proyecto de conquista de Europa, lo cual supondría el fin de la civilización occidental, de las libertades de las que disfrutamos los europeos.
