No hay ni una estadística relativa al coronavirus en el mundo que no muestre un mensaje evidente: hay que blindar a los mayores. El coronavirus se cobra la casi totalidad de sus víctimas entre los mayores de 65. Las residencias son la zona cero del coronavirus. ¿Cómo es posible entonces que nos llegue la segunda ola de contagios y las residencias no estén todavía lo bastante acorazadas habiendo tenido meses para reforzar su muralla?
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Hace escasas fechas nos hacíamos eco de una nueva vía para combatir los contagios que eran los test de antígenos. La empresa Abbott, una multinacional estadounidense solvente, no una de esas empresas chinas que vendían mascarillas y test piratas a precio de oro al comienzo de la pandemia, comercializa test que cuestan 4 euros y ofrecen resultados fiables en cuestión de minutos. Ayuso ya ha comprado para Madrid varios millones de test de este tipo que se están usando de forma masiva en la lucha para frenar los contagios.
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Según un estudio del Instituto de Salud Carlos III, en el que se ha analizado la eficacia de los test de esta compañía, se ha comprobado que tienen una fiabilidad del 97% y proporcionan un resultado en 15 minutos. Algunas comunidades, como la citada Madrid, ya los usan de forma intensiva, pero el ministerio aún no ha publicado su protocolo de uso. Navarra anunció hace tres semanas que los estaba «probando».
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En definitiva, existen unos test que permiten determinar en 15 minutos, por 4 euros, y con una fiabilidad del 97% si una persona está infectada. Aparte de otras medidas, ¿se está haciendo ya un test de este tipo a cualquier persona, trabajador o visitante, que entre una residencia? ¿Están pensando en confinar a todo el mundo y eviscerar la economía sin haberse volcado antes en proteger al segmento de la población que realmente es el más vulnerable? Tras ir a remolque de los acontecimientos durante toda la primera ola, parece que nuestros políticos van a ir también a remolque durante la segunda. En la primera ola nos recomendaron hacer todo lo contrario de lo que había que hacer, por ejemplo no usar mascarilla o hacer vida normal tras haber estado con contagiados. Parece que en la segunda ola siguen por el mismo camino. Tampoco es tan extraño puesto que aquí nadie ha dimitido, nadie ha sido cesado y nadie ha sido sustituido. O sea, que no tenemos gente más inteligente y eficaz al frente de la lucha contra la segunda ola que la que luchó contra la primera, porque de hecho es la misma gente. Puede que eso lo explique todo.
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