Ayer todos los medios publicaban una noticia curiosa. O sea, que si lo dicen todos los medios será que es algo que puede decirse, aunque se trate de algo un tanto inquietante en relación a las vacunas. La noticia en cuestión es que la FDA, la Administración de Alimentos y Fármacos de Estados Unidos, ha concedido la aprobación total a la vacuna de Pfizer.
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La aprobación total se aplica solo a los mayores de 16 años, ya que Pfizer tiene que aportar más datos sobre el uso de la vacuna en menores de entre 12 y 15 años para lograr la autorización completa, que podría llevar meses. https://t.co/r11KcpxRcV
— EFE Noticias (@EFEnoticias) August 23, 2021
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Aunque parece que se puede publicar esta noticia sin problemas, los problemas surgen al hacerse preguntas sobre ella. O sea, si la aprobación definitiva de la vacuna llega ahora, ¿qué es lo que había hasta ahora? ¿Primero nos vacunan a todos y después aprueban definitivamente la vacuna?
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Que la vacuna haya sido definitivamente aprobada es por tanto sólo la mitad de la noticia. La otra mitad de la noticia es que hasta ahora no estaba aprobada, aunque haya sido administrada masivamente a la población de medio mundo al amparo de una aprobación provisional para un “uso de emergencia”. Puede parecer una cuestión menor, pero no deja de resultar llamativa la forma en que se ha tratado a muchas personas por tener sus dudas respecto a las vacunas. Obviamente para mucha gente no se trataba del temor a la implantación de microchips, sino de dudas razonables sobre una vacuna experimental, no totalmente probada ni aprobada, autorizada solamente ante una situación de emergencia. Como para obligar universalmente a la vacunación, incluso a los que ya han pasado la enfermedad y tienen anticuerpos. Si no era razonable tener dudas, ¿para qué existe la aprobación definitiva?
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El asunto tiene su interés porque la noticia también incluye el detalle de que la vacuna de Pfizer es la primera que recibe la aprobación de la FDA. O sea, que las demás vacunas que se están administrando en los EEUU todavía no tienen esta autorización total. Por lo que se refiere a la Unión Europea y lo que nos toca, lo que aquí se produjo fue una “autorización de comercialización condicional”, que es un instrumento que permite una autorización ante una necesidad médica no cubierta (una emergencia), “en la medida en que el beneficio para la salud pública de su inmediata disponibilidad es superior a la incertidumbre derivada de la limitación de los datos disponibles”. Incertidumbre, datos disponibles limitados… Todo esto no quiere decir que no haya que vacunarse, pero sí que es razonable tener dudas y vacunarse con dudas o no vacunarse con dudas. El error es no tener dudas. Obviamente no es la misma situación la de una persona de 80 años que la de una de 36 que además ya ha pasado la enfermedad y tiene anticuerpos, o la de su hijo de 13 años. A quien no admita la existencia de incertidumbres sobre las vacunas podríamos llamarle, por ejemplo, negacionista.
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Las dudas sobre las vacunas pueden pertenecer además a dos órdenes. El de la seguridad de uso, pero también el de su eficacia. Precisamente la vacuna de Pfizer es una de las que ahora más dudas está generando no por su seguridad, sino por su eficacia, que parece decaer rápidamente ante el avance de la cepa Delta. Por dudarse, se duda hasta de si el problema con la vacuna es que la cepa Delta ha mutado hasta volverse menos vulnerable o si en realidad el problema es que la cantidad de anticuerpos que genera la vacuna se desvanece muy rápidamente. La tercera dosis de una vacuna ya existente en vez de la administración de una nueva vacuna específica contra el ARN de Delta parecería abonar esta segunda tesis; pero entonces, ¿cada cuántos meses habrá que poner una dosis de refuerzo y con qué posibles efectos secundarios? Esto no quiere decir que no sea razonable vacunarse, sino que además de ofrecer vacunas las autoridades tendrán que ofrecer algunas respuestas. Ponerse una vacuna nueva o varias dosis de ella no es como tomarse un caramelo de menta. Los éxitos limitados de la campaña de vacunación, por otro lado, inevitablemente elevaran los niveles de escepticismo. Se equivocarán las autoridades si apuestan por la represión en vez de por la libertad y la información.
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La otra noticia que se puede contar, porque se ha contado aunque ha circulado de una forma más limitada, es la de que Federico Martinón, coordinador de la OMS en España, recibió 100.000 euros de Pfizer entre 2018 y 2019 por la promoción de su vacuna contra la meningitis. Otro día hablaremos de todas las cosas que en esta pandemia ha ido diciendo al revés la OMS, en cualquier caso este tipo de noticias no ayudan a presuponer la independencia entre las farmaceúticas y la OMS.
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No hay medicamento por bueno que sea que no tenga efectos secundarios y a casi todo se le puede dar un giro de rosca para dejarse llevar por la conspiranoia, y obviamente el que menos riesgos puede tener de volverse conspiranoico es el que nunca se hace ninguna pregunta sobre nada. Puede que amenazas excepcionales justifiquen riesgos excepcionales pero no edulcoremos entonces los términos del debate. Aunque dicho en latín nunca suena bien hablar de la aurea mediocritas, en algún punto intermedio entre la confianza ciega y la paranoia se supone que se debe buscar la virtud.
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