Se equivoca quien piense que el fútbol sigue siendo una vía de escape para huir de los problemas de la actualidad. Quien se disponga hoy a seguir el debut de la Selección Española de Fútbol ante Suecia antes siquiera de iniciarse el partido tendrá que enfrentarse a un dilema político. La política lo infiltra todo. Todo está politizado. Futbolistas, cuerpo técnico, federación, periodistas, aficionados… se introduce un elemento extraño al fútbol que obligue a todos a señalarse ideológicamente frente al poder. A tener que retratarse políticamente hasta en el más pequeño detalle de la vida privada se le suele llamar totalitarismo. No en vano cuando se imponen este tipo de pronunciamientos públicos suele existir una asfixiante presión para que el pronunciamiento se produzca en un sentido y no en otro. ¿Qué hará entonces hoy la selección?
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En los últimos días, sea en los amistosos previos o en los primeros partidos de la competición, se han arrodillado en el campo o han anunciado que se arrodillarán al menos las selecciones de Escocia, Bélgica, Inglaterra, Francia y Austria. No se han arrodillado en cambio las selecciones de Rusia, Hungría, Croacia, Italia, Turquía, Dinamarca, Finlandia, Holanda y Ucrania. La situación sin embargo es dinámica y las presiones considerables para que todo el mundo se arrodille ante el Black Lives Matter.
«Al respaldar a un tirano como Maduro muestran que no están en contra de la violencia policial, sino que quieren que pisotear a opositores esté en manos de sus aliados».
¿Cuál es el vínculo entre Black Lives Matter y Nicolás Maduro?https://t.co/69dHCzN5Ox
— Orlando Avendaño (@OrlvndoA) June 10, 2020
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Desde luego no es casual que el Black Lives Matter sea un movimiento de corte ultraizquierdista intensamente controvertido, no sólo por su trasfondo ideológico sino por algunas de las noticias que sus líderes han venido generando. De las tres fundadoras del movimiento, al menos dos se ha declarado marxistas militantes. Eso sí, una de ellas no se ha privado por ello de aprovechar la popularidad de su movimiento para comprarse varias casas de lujo por valor de varios millones de dólares, lo que la obligó a presentar su dimisión recientemente. La alargada sombra de China parece extenderse también sobre las finanzas del BLM y por supuesto no se puede olvidar nunca la oleada de violencia asociada durante meses a las protestas del BLM en los Estados Unidos de América.
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Obviamente lo que aquí se dilucida no es racismo sí o racismo no, sino sumisión o independencia frente al Nuevo Orden Mundial. Todos estamos contra el racismo. No es menos racista el que se arrodilla que el que no se arrodilla. Para estar en contra del racismo no hace falta arrodillarse ante nadie. Arrodillarse es una acción extrema que para buena parte de las personas sólo es algo aceptable ante Dios. Tampoco hace falta de todos modos ser creyente para rechazar arrodillarse frente a cualquier causa. Cualquier causa que no se puede defender de pie hay que ponerla bajo sospecha. De los que se arrodillen ante el Black Lives Matter, ¿cuántos lo harán sólo por la presión y por evitarse problemas y no por convencimiento? ¿Qué será lo que hagan nuestros jugadores de la Selección Nacional al final?
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