Lo cierto es que no tiene porqué saberlo. De hecho, porque ni siquiera puede contar con certeza –en último extremo- con la obediencia segura de sus dos diputados. Pero aún podría ser más sencillo. Sanz no tiene totalmente cerrado el pacto con el PSOE/PSN. Evidentemente Sanz aspira a cerrar un acuerdo ofreciendo la abstención de UPN, pero no va a comprometer el voto sin asegurar la contrapartida. Es cierto, por tanto, que no lo sabe. Pero además tampoco sabe realmente cuál será la reacción final de Mariano Rajoy a una posible abstención pactada de UPN. Sanz parece contar con que Mariano Rajoy nunca romperá el pacto. Algo que no resulta disparatado porque lo último que le hace falta al liderazgo de Rajoy es ver cómo se rompe su propio grupo parlamentario. Más bien parece que a Rajoy le conviniera quitar hierro al asunto. Pero si el líder del PP amenazara de una forma creíble con hacerlo, Sanz podría decidir entonces evitar la ruptura. En último término, Sanz siempre podría presentarse ante la sociedad navarra como el hombre moderado que no ha roto ningún pacto, pero que ha buscado por todos los medios un acuerdo, siendo víctima de la actitud poco razonable del PP en Madrid, por un lado, y del PSN en Navarra por otro. Si al final Navarra no tuviera Presupuestos no sería por culpa suya sino por el antagonismo irreconciliable del PSOE y del PP en la política nacional. La historia de siempre.
La arriesgada teoría de la ruptura.
La hipótesis de una posible ruptura con el PP viene dada por un doble cálculo. Por una parte, se supone que de esta manera se haría posible la fusión de CDN y UPN, con lo que la nueva UPN ganaría de entrada 2 escaños. Por otra parte, la suma de los escaños de UPN y PSN garantizaría una mayoría a perpetuidad, alejando del poder a quienes para importantes segmentos de la población navarra constituyen –uno u otro, o ambos- sus dos grandes antagonistas: la “derecha extrema” y el nacionalismo. La famosa “tarta” electoral de la pizarra de Sanz pasaría a conformar una mayoría “moderada” de UPN más PSN, compuesta por algo alrededor de 30 escaños, dejando unos 10 por el extremo nacionalista y otros 10 por el extremo derechista. Esta sería la distribución de escaños tras una hipotética ruptura, en caso de que UPN retuviera al 75% de su electorado.
El cálculo, no obstante, sufre extraordinariamente asumiendo que UPN sólo retiene a la mitad de sus votantes. En tal hipótesis, UPN podría perder la condición de fuerza más votada, acercándose peligrosamente a los votos de Nabai, PP y PSN. La suma PSN-UPN apenas equivaldría la actual suma UPN/PP-CDN. La inclusión de Izquierda Unida en el pacto resultaría inevitable. Por debajo del 50%, la situación de UPN sería dramática. Por otra parte, si alguna vez volviera a gobernar sin pactar con el PSN, sería pactando con un PP independiente que acaso le superaría en votos. UPN nunca volvería a ser lo que ha sido o lo que es ahora mismo.
La capacidad de negociación, por otra parte, depende de las alternativas que uno tiene. Si UPN llega a la convicción de que para mantener el poder sólo puede pactar con el PSN distanciándose del PP, y si Nafarroa Bai sólo puede pactar con el PSN, la mayor fuerza de negociación siempre la tendrá el PSN, que puede pactar con uno u otro. El escenario de ruptura entre UPN y PP, es un escenario de hegemonía total del PSN.
La vida después de Sanz.
Otro punto importante en cualquier análisis es que, si realmente Sanz estuviera planeando la ruptura con el PP, resultaría difícil que pudiera pilotar el partido en esa ruptura con el respaldo unánime, o al menos silente, con el que lo está haciendo ahora. Miguel Sanz abandonará la presidencia del partido el año que viene, y la presidencia del gobierno dentro de tres años a más tardar. Eso le condece un cierto margen de actuación a Sanz para quemarse él mismo. Las futuras expectativas electorales de UPN, sin embargo, dependen en gran medida del futuro liderazgo del partido y de que ese futuro liderazgo no quede hipotecado por las actuales decisiones del presidente. Sólo en la medida en que no cree ningún problema que no pueda solucionar con su propia marcha, parece razonable que Sanz pueda contar con el respaldo unánime y silente de un partido que aspire a sobrevivirle sin convertirse en el PAR. En el escenario que se plantee dentro de tres años, por otra parte, puede que no queden al frente de sus respectivos partidos ni el actual líder de UPN ni tampoco el actual líder del PP.