Buenas noticias para variar. El Heraldo de Aragón publica que, tras el aluvión de críticas recibidas, todo apunta a que el gobierno va a rectificar y que el Nobel Santiago Ramón y Cajal y otros científicos seguirán dando nombre a los premios nacionales de investigación. El Ministerio de Ciencia e Innovación comunicó el pasado miércoles su decisión de eliminar los nombres de los insignes científicos españoles asociados a estos premios desatando todo tipo de interpretaciones sobre su motivación. Una de las favoritas es que se trataba de eliminar de los premios a Ricardo de la Cierva, inventor del autogiro (antecesor del helicóptero, y hasta de los drones), al que algunos consideran simpatizante e incluso colaborador en los primeros momentos del alzamiento nacional, por este motivo el gobierno recientemente vetó que se usara su nombre para designar al aeropuerto de Murcia.
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El caso es que el Nobel don Santiago Ramón y Cajal, contra lo que mucha gente piensa, no era aragonés, sino navarro, natural de Petilla de Aragón. Paradójicamente el Gobierno de Aragón ha hecho mucho más ruido en este asunto que el Gobierno de Navarra. ¿Será que en el Gobierno de Navarra nadie sabe que Ramón y Cajal era navarro? ¿Será que no le importa? ¿Cuál de las dos alternativas es la peor? O ni saben ni les importa, que puede ser lo más parecido a la realidad.
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Ramón y Cajal, Nobel de Medicina y padre de la neurociencia, aparte de destacadísimo científico fue también en su época azote de los nacionalismos vasco y catalán. Para empezar por los dislates racistas con tintes pseudocientíficos que apelaban a la craneometría y otras desrazones para fundamentar la superioridad de las razas vasca y catalana. Ramón y Cajal desarrolló gran parte de su labor en Barcelona, por lo que el nacionalismo catalán no tiene excesivo interés en reivindicar su figura. Desde luego el nacionalismo sabiniano. En su famosa obra “El mundo visto a los 80 años”, don Santiago llevaba a cabo la siguiente reflexión en contra del nacionalismo: “A pesar de todo lo dicho, esperamos que en las regiones favorecidas por los Estatutos prevalezca el buen sentido, sin llegar a situaciones de violencia y a desmembraciones fatales para todos. Estamos convencidos de la sensatez catalana, aunque no se nos oculta que, en los pueblos envenenados sistemáticamente durante treinta y cuatro años por la pasión o fascinados por prejuicios seculares, son difíciles las actitudes ecuánimes y serenas”. Parece que el envenenamiento masivo no cesa y se sigue agravando. Sirva al menos todo lo anterior para denunciar el sectarismo de cada cosa que hace este gobierno, para confiar en que la presión popular consiga el mantenimiento de los premios y para recordar que don Santiago Ramón y Cajal era navarro de nacimiento. Si hubiera sido nacionalista vasco no habría ni un navarro que no lo supiera. Esto no necesariamente es un elogio a los nacionalistas, pero si un reproche al resto de los navarros.
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