Se han suspendido por segunda vez consecutiva los Sanfermines pero, quién lo diría, todo el mundo está satisfecho. Nadie dice nada. Nada objeta nada. Nadie cuestiona nada. Un poco lo que viene siendo la tónica general de la población durante toda la pandemia, por otro lado. Los resultados del sistema educativo y el monopolio televisivo están a la vista, como ciudadanos podemos estar satisfechos de lo críticos y exigentes que somos. Frente al pensamiento crítico tenemos inmunidad de rebaño.
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Nuestra placidez acrítica, sin embargo, se ve turbada por los resultados del famoso concierto experimental de “Love of lesbian” (caray con el nombrecito) que tuvo lugar el 27 de marzo en el Palau Sant Jordi de Barcelona, con 4.952 asistentes en un recinto cerrado y sin distancia de seguridad, pero con mascarillas FFP2 y test previo de antígenos. El concierto, además de concierto, tuvo el carácter de celebración experimental y acaban de publicarse los resultados. Pues bien, los resultados son que de los casi 5.000 asistentes sólo se detectaron con posterioridad 6 positivos, 4 de ellos contagiados fuera del concierto y 2 en los que el origen del contagio no parece claro. O sea, que se celebró el concierto sin contagios confirmados.
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A la vista de lo anterior, y recordemos que hablamos del pasado 27 de marzo, apenas comenzado el proceso de vacunación, a nosotros al menos se nos abre algún interrogante respecto a la imposibilidad de celebrar absolutamente nada durante los Sanfermines allá por el mes de julio. Como mínimo parece que un concierto de Love of lesbian sí que podría celebrarse de forma bastante segura. Y por debajo de eso e imitando las condiciones, por consiguiente, cualquier otra cosa. Cuidado, no comience usted a hacerse preguntas. Y no estamos tratando siquiera de dar respuestas, nos conformamos con siquiera hacernos preguntas. A ver si la suspensión de los Sanfermines nos pilla a los navarros a contrapelo.
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Abundando en la sospecha anterior, Madrid prepara un evento taurino para el día 2 de mayo. No para el 6 de julio, para el 2 de mayo. Los demás pueden hacer conciertos o corridas de toros ahora, pero aquí el 6 de julio no se va a poder hacer nada, absolutamente nada, sean cuales sean las medidas de seguridad, las precauciones, el tipo de evento o la evolución de la pandemia. Lo ha decidido Chivite. Lo ha rubricado el Noticias. No protestado el Diario de Navarra tampoco. No hay más preguntas. De hecho no hay siquiera preguntas. El equipo de gobierno de Díaz Ayuso lleva semanas trabajando para recuperar que el 2 de mayo, que ha sido siempre una tradicional corrida goyesca, sirva como pistoletazo «para que empiecen los toros otra vez en San Isidro«. Love of Lesbian en Barcelona, toros en San Isidro y ya falta menos para los Sanfermines de 2025.
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Da la impresión de que los navarros no queremos hacernos ni las preguntas para evitar el lío de tener que pensar las respuestas. Nuestros bienamados dirigentes están aterrados. A ver quién decide hacer algo sin consenso para que después le lancen encima los muertos. Decidamos lo que sea pero todos juntos y todos lo mismo, de modo que sea correcta o incorrecta la decisión no haya nadie legitimado para hacer reproches o para lanzar la primera piedra. Acertar o no acertar es lo de menos. Lo esencial es evitar reproches, como si en una sociedad en la que ya sólo se escriben cartas para enviar balas se pudieran evitar los reproches del rival. La pandemia ha demostrado que sobrevivir requiere atención, flexibilidad, espíritu crítico y capacidad de adaptación. Como en Alemania no se celebran los Sanfermines nos encontramos en la terrible coyuntura de no poder dejar que decidan por nosotros la Merkel, la OTAN o la OMS, que por otro lado tampoco están demostrando ser un ejemplo de lucidez. Estamos paralizados y aturdidos en medio de la carretera como una vaca deslumbrada. Si, claro, lo más seguro es no hacer ya nada para siempre, así que no pensemos en salir nunca del búnker. A fin de cuentas el modelo político de algunos siempre se pareció bastante a vivir encerrado en un búnker.
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