Con el PSOE y Podemos en el gobierno casi podríamos abrir una sección titulada “la ocurrencia del día”. La ocurrencia de hoy es prohibir a los comercios que hagan rebajas. Y es que cuando un establecimiento ofrece grandes descuentos la gente tiende a entrar y apelotonarse en ese establecimiento, propiciando la pérdida del distanciamiento social y el contagio del coronavirus, según ha concluido nuestro gobierno. En consecuencia: quedan prohibidas las rebajas y los descuentos.
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Desde luego quizá cabría empezar las consideraciones sobre esta prohibición expresando el deseo de que ojalá vayamos a tener el problema de que haya demasiada gente yendo a comprar a los comercios, a comer a los restaurantes o a llenar los hoteles. Es decir, habría que ver cómo gestionamos el problema, pero ojalá tengamos ese tipo de problemas. La alternativa sería que nadie acudiera a los comercios y establecimientos que estuvieran abiertos.
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Como es lógico una de las herramientas que, por ejemplo, tienen las tiendas para dar salida a la ropa de invierno no vendida durante el confinamiento, o que en general tienen los negocios para animar el comercio, es hacer ofertas apetitosas bajando los precios. ¿Cómo se va a reactivar la economía si el gobierno sabotea las campañas comerciales?
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Merece asimismo la pena contemplar este asunto desde el punto de vista del consumidor. En un momento tan delicado y en el que tantas personas padecen una incertidumbre económica, resulta que estos partidos que nos gobiernan y dicen representar a “la gente” y a “los de abajo” se dedican a encarecer los productos que necesitan los pobres. O sea, no son los de abajo los que no tienen problemas pagando precios más altos. No es en las boutiques de Chanel donde va a haber aglomeraciones. El gobierno no es una benéfica entidad que se opone al coronavirus, sino que junto a los otros dos jinetes del apocalipsis cabalga a su lado.
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