Tenemos una crisis migratoria en Canarias. Casualmente, esta crisis coincide con el hecho de que se haya reavivado el conflicto entre los saharahuis y Marruecos. Pero los que llegan en pateras a las costas canarias no son refugiados que huyen de ese conflicto, sino los clásicos subsaharianos que llevan décadas viniendo a España a través de Marruecos. Por otro lado el flujo de llegada de estos inmigrantes no resulta ni mucho menos constante. Hay quienes afirman que según interese a Marruecos frena o impulsa la llegada de inmigrantes a España. Cuando Marruecos quiere presionar a España o la UE para conseguir algo, llena de pateras las costas españolas, esperando la llamada del responsable oportuno que le haga la pregunta: ¿qué queréis a cambio de dejar de seguir mandándonos subsaharianos?
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La reactivación del conflicto entre los saharauis y Marruecos es una mala noticia para España porque, a cambio del apoyo de la UE, Marruecos ya de por sí tendría un motivo para empezar a utilizar la inmigración como un elemento político de presión. Pero además tenemos como vicepresidente a un genio de la geoestrategia que, después de viajar a Bolivia para reunirse con los venezolanos hace unas semanas, declaraba urbi et orbi que él apoyaba a los saharauis y exigía un referéndum de autodeterminación a Marruecos. Las pateras han ido llegando en crecientes oleadas a las costas de Canarias desde entonces.
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Ahora que las Canarias se están convirtiendo en Lampedusa, lo que propone Podemos para apagar el incendio iniciado por su líder es ir trayendo todos los inmigrantes a la península e ir repartiéndolos entre todas las comunidades, lo que por otro lado resulta muy sorprendente.
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O sea, si la inmigración masiva e ilegal es una bendición que sólo genera beneficios a las tierras de acogida, ¿qué problema hay con que se queden en Canarias a todos los inmigrantes? Si los traemos a la península, ¿no se enfadarán los canarios? Como diría una famosa youtuber, ¿en qué momento la inmigración ha pasado a ser un problema?
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Repatriar a los inmigrantes desde Canarias generaría por lo demás un nuevo y grave problema en la península. Todas las comunidades empezarían a pelearse entre ellas para ser las que acogieran a más inmigrantes. ¿Quién querría quedarse sin el mayor trozo posible de este maná africano?
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Ante esta situación, sin embargo, el gobierno debería tener la cabeza muy fría y llevar a cabo un reparto social y de progreso. Un gobierno de izquierdas no puede ceder a la tentación de llevar a cabo un reparto equitativo. Es decir, obviamente las comunidades españolas más pobres, con menos renta per cápita o más paro, deberían ser las que recibieran en mayor medida esta riqueza que representa la inmigración ilegal descontrolada.
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Alternativamente se podría crear un censo solidario en el que los españoles que quisieran pudieran apuntarse para hacerse cargo en su casa de un inmigrante o un grupo de ellos. Si en este censo se apuntaran 10 millones de españoles, dispuestos a costear la manutención y hacerse responsables de los inmigrantes, inmediatamente se podrían abrir las fronteras a 10 millones de inmigrantes. Tantos, o tan pocos, como lo permitiera la solidaridad real de los ciudadanos. Por otro lado resultaría sorprendente ver que a lo mejor en ese censo sólo se apuntaban 10.000 personas. De todos los cientos de millones de personas que esperan huir de Africa, habría que concluir que a la hora de la verdad, cuando además de tuitear hay que arrimar el hombro y poner el dinero propio y no el del vecino, puede que la legión de los solidarios reales fuera una ínfima fracción de los solidarios y xenofílicos de boquilla. A cualquiera que exigiera más apertura a la inmigración se le podría contestar que, más allá de declaraciones intrascendentes, la gente que en el mundo real se apuntaba al censo de acogedores era la que es. También sería interesante comprobar cuántos políticos de progreso se apuntaban a ese censo, ya fuera por devoción, por compromiso o para hacer el paripé.
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Un comentario
Imagino a Iglesias dando un paso adelante ante el llamamiento para acoger a un inmigrante en Galapagar. Es lo que todos esperamos de él. ¡Adelante Pablo!