¿Se podría reducir un 66% la mortalidad por el coronavirus gracias a las vacunas de aquí al verano incluso al ritmo actual? Con los actuales planes del gobierno no, pero así y todo sería posible revisando ligeramente los criterios de vacunación. Obsérvese que hablamos del ritmo de vacunación refiriéndonos a la disponibilidad actual de las vacunas. Si el gobierno es incapaz de poner las vacunas que recibe, obviamente sólo se salvarán los que sean capaces de viajar a Israel. Pero tratemos una vez más de poner números a todo esto que estamos diciendo.
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El Gobierno de Navarra ha declarado que en el primer trimestre de 2021 vacunará a 36.000 personas. Obviamente es un número muy reducido de personas, alrededor de un 5% de la población. Para vacunar a todos los navarros a este ritmo (12.000 al mes) harían falta 54 meses, o lo que es lo mismo cuatro años y medio. Así y todo veamos lo que se podría conseguir con este número de vacunas.
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Si observamos las cifras de mortalidad publicadas por el Ministerio de Sanidad, vemos que de los 21.921 fallecidos desde mayo, 14.526 son mayores de 80 años. Es decir, el 66% de los fallecidos son mayores de 80 años.
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Si ahora nos vamos a los datos del INE, con lo que nos encontramos es con que en Navarra hay 64.185 navarros mayores de 80 años. Vacunando al 100% de estas personas, que son el 9,8% de la población, podríamos reducir la mortalidad en un 66%.
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Volviendo al número de vacunaciones trimestrales previstas por el Gobierno de Navarra, en los primeros trimestres tendríamos que ser capaces de vacunar al menos a 72.000 personas. Es decir, parece que entra dentro de lo matemáticamente posible vacunar al 100% de los mayores de 80 años en la primera mitad del año. Incluso con un número tan limitado de vacunas y un ritmo tan lento, la mortalidad debería bajar drásticamente tomando a este segmento poblacional, que es el más vulnerable, como objetivo prioritario de la vacuna.
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El plan de vacunación, sin embargo, engloba en el mismo conjunto a todos los mayores de 65. En el caso de Navarra esto significa incluir a 64.000 personas más en la población prioritaria y tener que tardar, al ritmo actual, otros 6 meses más en vacunarlos a todos o lo que es lo mismo tener que emplear todo un año. Sin embargo, mientras que los mayores de 80 representan el 66% de los fallecimientos, las personas entre los 60 y los 80 sólo representan el 28%. Obviamente no hablaríamos de todo esto si hubiera vacunas disponibles para todos y estamos valorando lo mismo la vida de los mayores de 65 que la de los mayores de 80. Cuanto más escasa es la vacuna, más tenemos quizá que precisar y focalizar al conjunto más vulnerable.
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Como elemento positivo, es probable que la capacidad de vacunación aumente como mínimo tras la aprobación de la vacuna de Moderna, basada en la misma nueva tecnología que la de Pfizer y con la misma eficacia. Un empujón a la disponibilidad de vacunas por esta vía podría implicar que fuera posible en el primer semestre del año vacunar no sólo a los mayores de 80, sino quizá a los mayores de 70, con lo que estaríamos hablando de una posible reducción del 85% de los fallecidos a partir del primer trimestre del año.
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De alguna manera la conclusión es que se puede ser un poco optimistas incluso con la escasez de vacunas y la lentitud de la campaña, siempre que el gobierno al menos sea capaz de optimizar los escasos recursos de que los va disponiendo. Se trata también de ir poniendo plazos a la esperanza y marcar un horizonte temporal de salida a la crisis sanitaria que estamos viviendo. Incluso con el escaso número de vacunas que tenemos se podrían obtener apreciables resultados en 6 meses, no digamos si introdujéramos en el cálculo al porcentaje de la población que ya está inmunizado y que podría no ser vacunado en el grupo de los prioritarios. La pregunta es si estamos pensando en cómo hacer el máximo con los escasos recursos disponibles o no.
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