La izquierda navarra lo ha conseguido. Si alguna vez hubo una izquierda navarra respetuosa con la libertad de quienes no pensaban como ella ya es historia. La imposición a Miravalles y El Redín del modelo educativo que tienen que aplicar es sólo un ejemplo, pero no un ejemplo pequeño. La izquierda estará orgullosa y efectivamente ha ganado la partida, pero ganar la partida consiste en violar la libertad de los demás y pisotear el derecho a no ver el mundo igual que la izquierda. No hace falta siquiera estar a favor de la educación diferenciada para contemplar con auténtico miedo a la izquierda celebrando cómo destruye la libertad de quienes no son de izquierda. Alguien que pisotea así la libertad de otros no se conformará con el Opus o la educación diferenciada. El odio a la libertad del vecino es como un gas tóxico que tiende a ocuparlo todo. Lo que estaba en juego en Navarra no era educación diferenciada sí o educación diferenciada no. Lo que estaba en juego no era que a nadie se le impusiera la educación diferenciada si no cree en ella. Lo que estaba en juego no era que Chivite pudiera decidir la educación de sus hijos. Lo que estaba en juego era que Chivite pudiera decidir la educación de los demás. No hay nada que celebrar para los amantes de la libertad. Socialismo o libertad.
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Quienes odian la libertad del prójimo no se detendrán ahí. No sólo odian la libertad de los padres que no piensan como ellos, también odian la libertad de los padres que piensan como ellos. Y la de los alumnos. Por eso llenan de ideología toda la enseñanza, porque odian la libertad de los alumnos. Y ni siquiera aman la libertad de los padres que piensan como ellos, sólo aman que piensen como ellos.
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Odiar la libertad nunca es una gran idea, ni siquiera desde el punto de vista del egoísmo inteligente. Cuando aplastas la libertad de tu vecino, pierdes toda legitimidad para protestar cuando sea el vecino quien aplaste tu libertad. Aplastando la libertad del vecino animas al vecino a buscar la venganza. Pero es que además no existe el aplastar sólo la libertad del vecino. ¿Y si un día un partidario del gobierno se aleja de las ideas del gobierno? ¿Cree que entonces no será aplastado? Aplaudiendo las imposiciones del gobierno sobre el vecino uno firma un contrato de permanencia infinita sobre sí mismo con el gobierno ¿Y si es el gobierno el que se aleja de las ideas de uno? Sólo queda seguir balando tras el pastor o ser aplastado. Lo que se ha aplastado no es el derecho de los padres de Miravalles o El Redín a elegir algo que no le gusta al gobierno, se está aplastando el derecho de todos a elegir cualquier cosa que no le guste a cualquier gobierno, porque no se está aplastando a unos padres, o no sólo, sino a un principio. Es absurdo que alguien celebre ver cómo se destruye ese principio de poder elegir una educación que no le guste al gobierno, como si siempre le fueran a gustar todas las decisiones del gobierno o todos los gobiernos.
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Medir el amor a la libertad de un gobierno en el fondo es muy fácil. Basta con ver lo dura que se les empieza a hacer la vida a las personas que no piensan como el gobierno. Quieren construir una sociedad laica, abertzale, socialista y euskaldún, y para ello piensan acabar por completo con la libertad educativa. Es decir, no se puede adoctrinar a los estudiantes desde pequeños si se puede elegir una educación que no sea ni laica, ni abertzale, ni socialista, ni euskaldún. Celáa no les va a pedir a los estudiantes que sepan cosas para conseguir el aprobado, sino que tengan las ideas que el gobierno quiere que tengan. Ingenuidad es pensar que no dejarán que los padres puedan elegir si quieren o no quieren elegir educación diferenciada, pero dejarán que elijan la lengua o cualquier otra cosa. No dejarán que se pueda elegir nada que ellos desaprueben. O sea, no dejarán elegir que se piense nada que ellos no piensen. Donde los amantes de la libertad vemos personas, los enemigos de la libertad ven termitas. No van a tratar como termitas a las familias de Miravalles o El Redín y como personas libres al resto. En Miravalles y El Redín ha caído el derecho de todos a no ser tratados por el gobierno como termitas. No sólo por este gobierno, sino por cualquier gobierno.
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Hay finalmente quien piensa que la defensa que han hecho Miravalles y El Redín de su derecho ha sido escasa. La mínima. La jurídica. La más conservadora. Lo que llega tras una imposición nunca es la tranquilidad, sino la próxima imposición.
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