Este pasado lunes, día de la Virgen del Carmen, los presidentes estadounidense y ruso, Donald Trump y Vladimir Putin, mantuvieron un encuentro en Helsinki, la capital finlandesa, días después de la cumbre anual de la OTAN en Bruselas (Bélgica).
Los momentos tanto previos como posteriores al encuentro fueron seguidos y evaluados con atención, tanto por simpatizantes como por críticos y declarados detractores del mandatario de los Estados Unidos (EE.UU). De hecho, no se dejó de mencionar la tesis según la cual Rusia interfirió en los comicios presidenciales de 2016, que ganó Donald Trump.
No obstante, en la rueda de prensa conjunta, este último sugirió que no hubo interferencia alguna. Indicó que no hubo conspiración en absoluto durante la campaña presidencial, sino que hubo limpieza en el juego y que Hillary Clinton fue derrotada con facilidad. Incluso invitó a aportar pruebas de esos movimientos conspiranoicos, y manifestó desconfianza en las agencias de inteligencia estadounidense.
También declaró que la Guerra Fría es una cosa del pasado y que los Estados Unidos habían tenido gran parte de la responsabilidad en el deterioro de las relaciones geopolíticas con Rusia (por parte de los dos principales partidos políticos, tanto el Demócrata como el Republicano) a lo largo de las últimas décadas.
Todo ello no solo ha recibido críticas del manipulador unísono mediático clintoniano, sino también de una parte de la derecha transatlántica, preocupada ante el riesgo de que supusiera la actitud de Donald Trump un doblegamiento y rendición ante el sátrapa y totalitario Putin, que no tiene piedad aniquilando o encarcelando a opositores, ex agente de la inteligencia soviética y un hipócrita enemigo de la civilización occidental.
Pero en la derecha americana, precisamente, en una facción que no es ni trumpista ni de la derecha alternativa, sino fervientemente pro libertatem, hay voces que ven con buenos ojos y con cierto optimismo la decisión de Trump. Es el caso del senador republicano liberal-conservador por Kentucky Rand Paul, hijo del referente libertario Ron Paul.
Aparte de considerar que gracias a estos movimientos Donald Trump podría evitar una III Guerra Mundial, algo que, según los de las fake news, iba a tener lugar al poco tiempo de llegar este a la Casa Blanca, en un ensayo de opinión publicado pocas horas después de ese encuentro, declaró, entre otras cosas, lo siguiente:
[…] Politizar los asuntos internacionales es un juego peligroso, pero que no ha cesado en Washington, que parece haber olvidado que una parte vital para mantener América segura y protegida es evitando la guerra a través de una diplomacia consistente y fuerte, por vía política. […]
El diálogo es especialmente importante cuando cientos de millones de vidas están en juego, como es el caso en las relaciones entre los Estados Unidos y la nuclearmente armada Rusia. Así que aplaudo a Trump por regañar a sus aliados de la OTAN y recibir su expansión con escepticismo, y le aplaudo por sentarse con Putin. […]
A lo largo de la historia, incluso a lo largo de la Guerra Fría, ambas partes mantuvieron diálogo y comunicaciones constantes. Incluso durante la crisis de los misiles de Cuba tuvimos relaciones diplomáticas y comunicaciones constantes. […]
El clima hostil creado por los rusófobos ha resultado en un vacío en los intercambios culturales, educativos y legislativos, cuando oficiales elegidos de Washington y Moscú están ahora en las llamadas «ban lists«. Nada se conseguirá con cada país cerrándole la puerta al otro.
Debemos encontrar una vía para mantener nuestros aliados históricos, asumiendo mientras que amenazando a Rusia a través de la expansión de la OTAN no es la respuesta. […]
Rusia no necesita ser considerada nuestra amiga. Pero ciertamente tenemos intereses solapados, en energía, Siria y el terrorismo islámico, que nos requieren un diálogo y relaciones abiertas.
Estoy agradecido a Donald Trump por ir una vez más contra la élite política de Washington y mantener abiertas las líneas de comunicación con Moscú. […]
Tras ello, quizá sea mejor esta vía que las numerosas intervenciones foráneas durante décadas, que no han conseguido «exportar la democracia». Luego, no deja de ser cierto que el deep state (cloacas, relacionadas también con la CIA y el FBI) es un problema no solo para Trump, sino para América.