En este curioso y pasmoso país pasamos sin solución de continuidad de monopolizar nuestra atención sobre el ébola a hacerlo sobre el «pequeño Nicolas». A saber, Francisco Nicolás Gómez Iglesias,un joven veinteañero con aspecto aniñado que se hace un vídeo en un coche oficial rodeado de escoltas y otros coches oficiales que le abren camino para acudir a una reunión con una alta personalidad.
A partir de ahí empiezan a brotar como de una erupción volcánica fotos de Nicolás con todo tipo de personajes de la vida política y social, desde el rey hasta Aznar. Es como si de repente todo el mundo empezara a preguntarse quién es ese personaje que siempre estaba ahí y que tenía una foto con todo el mundo, que se reunía con unos y con otros, que trasladaba entre las altas instancias aparentes misiones, mensajes y despachos. Estaba ahí, pero resulta que no era nadie. O quizá al final sí, porque ser alguien en alguna medida acaba consistiendo en que a uno se le crea alguien y Nicolás quizá llegó a ser un intermediador y un conseguidor relativamente verdadero. Nicolás aparece ahora como un farsante, pero en un país en que casi todo parece figuración y atrezzo. La pregunta, quizá por eso mismo, tal vez sería cómo es posible que un farsante que no era nadie pueda haber estado entrando y saliendo tanto tiempo de los círculos políticos, sociales y palaciegos sin que nadie lo detectara. Una explicación es que a lo mejor Nicolás no era mucho más farsante que el resto, de ahí que pasara totalmente desapercibido. En tal caso, el señalamiento del «pequeño Nicolás» y su separación de los elegidos a lo mejor nos induce a creer un poco falsamente que los demás, los prebostes, figurones y cortesanos que siguen allí en todos esos saraos, sí que son verdaderos. ¿Verdaderos qué? ¿Banqueros? ¿Sindicalistas? ¿Empresarios? ¿Consortes reales? ¿Políticos? ¿Charlatanes? Pues vaya usted a saber. Sea como sea, las redes sociales han vuelto una vez más a tomarse con humor el asunto. No nos hemos tomado la molestia de separar las fotos buenas de las trucadas puesto que la realidad en este caso iguala a la fantasía, al menos.
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4 respuestas
Bah, para farsante del año, que dig, del siglo, El Coletas. El niño Nicolás ea conocido por poca gente, y no salía en los medios, por lo que mantener esa farsa es relativamente fácil hasta el primer error, que lo cagó todo al completo.
Pero lo del Pablito Mezquitas es de recordman mundial, que con todos los focos y cámaras sobre ėl, todo el mundo escribiendo cosas, y que salgan diciendo que ni de derechas ni de izquierdas, y va y la gente se lo cree, cuando tienes una hemeroteca gigante declarándote leninista, trostkysta y comunista, eso si que es dar el pego y engañar a la gente.
Luego no os quejeis cuando os vayais pata abajo, cuando os toque en la siguiente saca de fusilados,..
y encima no haya ni papel para limpiaros el trasero.
Nicolas no es un fraude mayor que Rato el cerebro económico, Goñi y Blesa los banqueros, Zapo y Aznar los estadistas, Sanz el presidente y consejero de empresas…
En este país todo el mundo miente mucho…
Me quito el sombrero por la jeta y la desenvoltura del «pequeño Nicolás».
El «pequeño Nicolás» es digno de admiración porque les ha birlado la cartera a los tontos del culo que forman la corte de lameculos que aguardan a que alguien importante les ayude a traspasar la puerta giratoria sempiterna que enlaza a los políticos que ya se han llenado el bolsillo con las empresas del IBEX 35.
Mi héroe, el «pequeño Nicolás», es como el barquero Caronte, pero con fuera borda marca «Riva» en Puerto Portals.
Es un francotirador vestido por «Barbour» que sostiene firme su rifle caza-idiotas con su muñeca izquierda dónde lleva suspendido – como si nada-, un sempiterno Rolex submariner azul de acero y oro.
Es el dios de los jovenes estrechadores de manos; el Alejandro Magno de los palmeadores de espaldas; el psicólogo guiñador de ojos cómplices a los que quieren ser y nunca lo serán y el Petronio de la elegancia de los engañadores de los cortesanos alelados. ¡Viva el «pequeño Nicolás»! ruiseñores así me hacen soñar…lástima que no sea chica…
El chico sólo midió mal los tiempos. Estoy convencido de que haciendo lo que hacía Nicolás, habrá centenares o miles; pero como tienen cuarenta y cincuenta y sesenta años, pasan desapercibidos. Lo que le ha perjudicado ha sido su precocidad.