Que el 21 de diciembre el Gobierno de España vaya a celebrar un consejo de ministros en Barcelona es una decisión llamativa, más aún entre las circunstancias que la rodean. Es decir, hace escasas fechas el PSOE rechazaba en tromba que Ciudadanos, PP y VOX pudieran ir a celebrar un acto a Alsasua y que era una provocación y una idea de escasa altura política. El PSOE vuelve a a incidir una vez más en su historia de relaciones conflictivas con la coherencia pero no ahora yendo a Barcelona, sino antes con lo de Alsasua. No se puede dejar de ir a un sitio porque unos radicales decidan que ese sitio es suyo, ni en Alsasua ni en Barcelona.
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Distinta cuestión es que, por otro lado, mientras se siguen templando gaitas con el separatismo, para poder celebrar ese consejo de ministros haya que enviar 1.000 policías para la ocasión a Cataluña. O sea, si tienes que enviar 1.000 policías para eso reconoces implícitamente que los Mossos están fuera de control. Que no pueden o no quieren enfrentarse a los CDR. Que no pueden o no quieren garantizar la seguridad de la población no separatista y sus representantes. Por tanto, el hecho de tener que enviar 1.000 policías de fuera a proteger un acto evidencia y demuestra la absoluta necesidad de intervenir el mando de los Mossos y aplicar el 155. Salvo que se entienda que los catalanes no separatistas y sus representantes no merecen la misma protección y salvaguarda de sus derechos que Pedro Sánchez. En realidad, si los Mossos no están dispuestos a proteger ni a Pedro Sánchez, como para proteger a todos los españoles que viven en la Cataluña rural y profunda rodeados de lazos amarillos golpistas.
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Todo ello por no mencionar que Torra insiste en su apuesta por la vía bélica eslovena. Que no es que se le hubiera calentado la boca, como aseguraba Pablo Iglesias en el Congreso para defenderlo, sino que después de apostar en Bruselas por la vía eslovena el tío se fue efectivamente a Eslovenia, a reunirse con los mandatarios eslovenos, hacerse la foto y reafirmar material, física y presencialmente que la llamada Guerra de los Diez Días en Eslovenia es ahora mismo el referente histórico de Quim Torra y el estado mayor golpista.
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Entre el material intervenido a los golpistas presos, existen diversos documentos planificando la toma de puertos y aeropuertos por parte de los Mossos, el control de las aduanas y el corte de carreteras, para controlar mediante la fuerza el acceso a Cataluña y establecer un estado de independencia de hecho como en Eslovenia, que es la primera vez que Torra la menciona abiertamente pero que ya ha aparecido muchas veces como referente de actuación en documentación incautada e incluso en declaraciones previas de otros líderes golpistas menores.
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Si hasta los propios sindicatos no independentistas de los Mossos están pidiendo ya la intervención del cuerpo, ¿qué espera Pedro Sánchez para aplicar el 155? La respuesta más simple seguramente es ésta: muertos.
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Hasta que no haya muertos, parece que la apuesta del PSOE es seguir como sea y evitar el enfrentamiento con quien le ha llevado al poder y le mantiene en él.
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Algunos analistas hablan también de un 155 espejo del 155 del año pasado. Es decir, en vez de aplicar el 155 y convocar elecciones en Cataluña, consistiría en aplicar el 155 y convocar elecciones generales. El 155 sería algo así como un conejo electoral que Pedro Sánchez se sacaría de la chistera antes de las elecciones generales para tratar de frenar el voto de castigo a su política de postración ante el separatismo.
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Un estallido violento en Cataluña podría desatar además un estallido violento en toda España. Mientras se movilizan todos los antidisturbios a Cataluña, en todas las capitales de provincia la extrema izquierda podemita podría manifestarse a favor de las cesiones a los separatistas y en contra de las cargas policiales y los enfrentamientos que sin duda se producirían, como el 1-O, con la característica de que cuando la extrema izquierda se manifiesta a favor de la paz y el diálogo suelen arder los contenedores, estallar los cristales y volar el mobiliario urbano. La izquierda radical podría actuar como una auténtica quinta columna del separatismo en todo el resto de España, en un momento de escasez de policías por todos los efectivos que, como el año pasado, llegado el momento sería acaso preciso movilizar a Cataluña. Por contra, Pedro Sánchez obtendría el respaldo de todas las demás fuerzas nacionales menos Podemos si es para afrontar una situación crítica en la defensa de España. A lo mejor esta sería al final la auténtica forma en que, paradójicamente, el separatismo podría conseguir que Pedro Sánchez llegara a agotar la legislatura. Ya puestos, si hay que afrontar una situación crítica en Cataluña, acaso sea mejor que le toque afrontarla al PSOE y no al centro-derecha, y es que el PSOE podrá contar en tal situación con el apoyo firme del centro-derecha cosa que de ningún modo estaría claro que sucediera de darse la situación inversa.
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Para coronar todo este panorama sólo nos faltaría que empezara a flaquear la economía, como por otra parte empiezan a apuntar muchos datos tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.
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La buena noticia es que hay que cambiar tantas cosas en este país para volver a enderezarlo que seguramente una situación traumática es mayormente indeseable, pero al mismo tiempo puede ser que sin una situación traumática de por medio no sea posible acometer todos los cambios precisos. Al final de todo ese proceso de cambios o se ha producido una derrota total del separatismo o ellos nos han derrotado a nosotros.
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